La rebeldía en un instituto de secundaria, vista desde dentro

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‘La Vanguardia’ constata los conflictos en un instituto de enseñanza secundaria obligatoria

Cuando se cierra la puerta de la clase, la dirección del centro, las estadísticas y la lectura que de ellas se hace se quedan fuera. Dentro sólo está el profesor (con más o menos vocación, empatía y autoridad, y algunas veces con miedo) y los alumnos (los buenos, los malos, los aplicados, los pasotas…). Los padres no están ahí, pero su papel o la falta de él se palpa. Y lo que ocurre dentro de la clase, donde emergen problemas reales de la educación de secundaria (de 12 a 16 años) que no suelen trascender más allá de los muros de la escuela. La Vanguardia ha entrado en uno de los institutos públicos donde día a día se dirimen situaciones conflictivas, por la indisciplina de los alumnos, por la despreocupación de los padres… De sus 98 docentes, 50 han pedido el traslado. Así es una jornada en este centro.

8.30
«¿Pero… alguien ha hecho los deberes?»
Marta, profesora de matemáticas, se cruza en la calle con tres alumnos de cuarto de ESO apoyados en la verja del instituto sin ninguna intención de entrar a clase. «Pero ¿qué hacéis aquí?». Por respuesta, unas risillas y comentarios varios más la guindilla de Carlos: «A lamierda el instituto». Marta, imperturbable: «Venga. A clase, que va a sonar el timbre», y se va. Ellos cogen sus mochilas y, aunque sin ninguna prisa, cruzan la puerta. Marta comienza la semana con un grupo de cuarto de ESO. Se juegan el título y el paso a bachillerato – aunque la mayoría hará ciclos formativos – y sólo faltan dos semanas para acabar el curso. Debería haber una docena de alumnos en la clase pero son seis. La profe – lo de seño suena cursi y caducado – pasa lista y pregunta quién ha hecho los deberes. No. No. No. No… ¿Y Daniel? «Está expulsado, que se durmió en clase…». Risas. La única alumna que ha hecho el trabajo en casa sale a la pizarra a copiar ejercicios de funciones. Un alumno se levanta. Otro le da un papel. Marta: «¿Qué haces?». «Por una semana que me falta no voy a comprar una libreta…». Alguien golpea la puerta y entra. Son las 8.46 horas. «Me he dormido».

9.30
«¡Me la suda si me echas y voy a quejarme a dirección!

Hoy Marta no tiene clase a segunda hora y aprovecha para poner al día los comunicados de amonestaciones de sus alumnos. Tres amonestaciones suponen una expulsión de tres días (o una impulsión – ir al centro a estudiar – durante cuatro tardes), y tres expulsiones, un expediente disciplinario. El tutor y la dirección son quienes deciden. En el formulario puso que la falta es «muy, muy grave y motivo necesario y suficiente de expulsión directa». Marta escribió detrás de la hoja las razones: «Durante la clase el alumno X (de segundo de ESO) no trabaja, ni quiere trabajar desde hace semanas. Hace ver que escupe a los compañeros y luego se dedica a pintar con el boli el jersey de otro alumno. Le digo que retire su silla y su mesa hasta el final del aula. Me contesta que le van a dar con la puerta y le digo que me da igual. Contestación del alumno (de 16 años): «A ver si te peto…». Y luego: «¿A que te petan? Bueno, tú ya estás muy petada…». Marta le dice que tiene una amonestación y el chico grita: «Me la suda y voy a bajar a dirección a quejarme». El chaval cumple su amenaza y baja muy nervioso. Le explica a gritos lo ocurrido al jefe de estudios: «¡Estoy harto de esta profesora! ¡Me está tocando las pelotas!». Jordi se muestra comprensivo y le dice con muy buenas palabras que se calme. Cuando Marta acaba la clase explica su versión a Jordi. Horas después, el jefe de estudios del instituto pide a la profesora que lo hablen los tres juntos. «Yo no tengo que darle más explicaciones a este alumno», opina Marta. Tiene clarísimo que el chico se ha pasado de la raya, pero que le expulsen o no, depende ahora de la dirección del centro. Otro docente comenta: «Si la dirección no es estricta en estos casos, ¿qué arma nos queda a los profesores?». Marta hace fotocopias de esta amonestación y otras tres de la semana pasada: una para dirección, una para ella y otra para los padres del chaval. A las 10.20 horas se cruza en el pasillo con seis alumnos. Deberían estar en clase hasta que sonara el timbre, pero los han dejado salir. Uno de los alumnos, de 19 años, tiene un expediente abierto y está expulsado. No puede estar en el instituto, pero nadie le dice nada.

10.30

«¿Cómo se llaman dos rectas que se cortan?»
«Imparalelas» Tercera hora. Cuarto curso. En este instituto, como en la mayoría en Catalunya –más del 60% de los centros según un estudio de la Fundación Bofill–, agrupan a los alumnos por niveles. Una medida alegal y muy criticada por algunos pedagogos que defienden la integración de todos los alumnos. Pero aquí no se teoriza, hay que dar clase. «¿Qué vas a hacer? ¿Dejar que unos cuantos que no tienen ningún tipo de interés impidan hacer la clase?», se pregunta un docente. En cuarto curso, por ejemplo, hay cinco líneas (de bueno a malo, de 4.ºA a 4.ºE) y en las asignaturas troncales (matemáticas, catalán y castellano) se agrupan en siete grupos AB (bueno, medio y bajo), CD (bueno, medio y bajo) y 4.º E, un grupo adaptado donde todos son inmigrantes. Marta entra en un grupo de 4.º CD medio (cuatro chicos y una chica magrebí, la única que atiende durante toda la hora y laúnica que tiene los quince años que tocan, el resto son repetidores). «Tengo hambre, ¿puedo comer?», dice Carlos, el chico que mandó a la mierda el instituto a primera hora de la mañana. Está a punto de cumplir los 18. Carlos estuvo expulsado tres días. Piensa en voz alta y todo lo comenta. Todos menos él han hecho los deberes. Uno sale a la pizarra. El «Carlos, cállate» suena una y otra vez. Mientras corrigen los ejercicios y entre las explicaciones de la profesora – van más avanzados en el temario los alumnos del grupo «bueno» de 3. º que estos de 4. º – los chavales hacen comentarios: «La Sonia – otra profesora-está muy pesá»,dice uno. Otro habla del Barça (faltan dos días para Roma). Hacen funciones. «A ver – dice Marta-,dos rectas que se cruzan. ¿Cómo se llaman?». «¡Imparalelas!», «¡Rectas chocadas!» «¡Rectas en equis!». «Ni una… lo buscáis para mañana… ¿Alguien sabe cómo se llama el punto en que se cruzan?» «¡Punto G!». Sermón y a continuar.

Carlos está haciendo los ejercicios en su libreta, pero dice que se aburre. «Veo mucha chulería hoy en esta clase», dice la profesora. «Oye, sí, y a mí no se me quita», le contesta Carlos. A la cuarta vez de «me aburro», Marta le advierte: lo echará de clase. «Pues échame». «Tienes suficientes amonestaciones como para que te expulsen», le recuerda la profesora. «A la mierda la clase, tendrán que venir cinco profes para que me vaya». Marta empieza a sacar el papel de la amonestación y pide a otro alumno que vaya a buscar al profesor de guardia. Cuando este entra en la clase, le dice con tranquilidad a Carlos que se vaya. Pero no quiere. Marta advierte que le abrirán expediente y que tiene que irse. El profesor de guardia le insiste en que será mejor por las buenas. Y entonces, Carlos se pone a llorar. «¿Otro expediente?», susurra. Finalmente se levanta. El profesor de guardia cierra la puerta. Acto seguido, risas en la clase. «Si te pones chulo, te vas chulo», dice uno. «Tanto vacilar y luego va y se pone a llorar – más risas-,pero me da pena». Y Marta: «¡Ah! Te da pena… ¿Y yo? ¿Yo no te doy pena?». «Usted no, profe, porque tiene poder», dice otro con el puño en alto.

11.30
«Estamos bajando el nivel una barbaridad»

Media hora de patio. Un grupo de profesores coinciden en la sala donde hay la máquina de cafés. «Hoy un alumno (de un grupo bueno) me ha dicho que por qué tiene que estudiar y esforzarse más que su amigo (del mismo curso pero en un grupo más flojo)», dice un profesor. Otro expone su teoría: «Debería haber dos títulos de la ESO distintos, uno de graduado para los alumnos que demuestran que han adquirido los conocimientos y otro que certifique sólo la asistencia».

Los alumnos con problemas, de conducta principalmente, acaparan las energías y la mayor parte del tiempo de los profesores. En el aula y fuera de ella. «¿Y qué pasa con el derecho de los que sí quieren aprender o que serían mejores estudiantes si otros no distorsionaran el grupo?», se pregunta otro. Al profesor de ciencias experimentales le preocupa que algunos de sus alumnos de bachillerato no sepan resolver una ecuación de segundo grado: «¿Cómo pudieron pasar de curso? Estamos bajando el nivel una barbaridad porque si no, aquí no aprobaría casi nadie», opina. Otro es más contundente: «Estamos regalando el título, pero es que si no aprueban la ESO, no van a poder hacer nada…».

12
«Hay profesores que entran con miedo a clase»

A un profesor le tiraron una mesa. A otras las han amenazado con grabarlas con el móvil y colgarlas en internet. Insultos y desafíos a diario. Por norma general, en el aula, los alumnos hacen comentarios, preguntan a cada momento interrumpiendo. Arrastran las sillas. Cuando suena el timbre, se levantan y entran otros en la clase. «Ellos saben con quién pueden pasarse y con quién no, los profesores no sólo enseñamos, también educamos y tenemos que ponerles límites constantemente», dice Silvia, profesora de sociales, mientras recorre el pasillo. Otros, como Rafael, opinan que «la educación se trae de casa. Aquí se viene a aprender». Ahora a Silvia le toca guardia. Eso implica sustituir al profesor que no ha venido. «Algunos profesores tienen miedo, no saben imponerse y tampoco tienen empatía con los alumnos, hay que encontrar un punto medio para no perder el control de la clase», añade. Ella no ha tenido problemas, aunque a menudo se deja la voz en el aula y es de los que siempre se prestan voluntarios para acompañar a los chicos de excursión o de colonias. ¿La vocación era eso? «Otra cosa importante y que se nota al momento: los padres que se implican y que responden cuando les llamas; entonces se pueden resolver problemas. Pero a menudo, los hijos también pueden con sus padres», lamenta. Hace poco se constituyó la Asociación de Madres y Padres de este IES (de 700 alumnos incluidos ciclos formativos). No se apuntaron ni una docena.

13
Aula abierta, la enésima oportunidad

Alba es profesora de matemáticas, pero ejerce de tutora del aula abierta, antes para alumnos «conductuales»; ahora, oficialmente, para grupos «de diversificación curricular». Al aula abierta van los alumnos que fallan constantemente a clase, «que tienen un bajo ritmo de aprendizaje, sin perspectivas de futuro y con poco apoyo familiar». La comisión de atención a la diversidad decide los alumnos que dejan el itinerario «normal» para continuar sus «estudios» en el aula abierta. Una psicopedagoga (hay dos en el equipo directivo de este instituto de secundaria) coordina esta aula, que para otros es la prueba tangible de que el sistema educativo no funciona. Alba es la tutora. y está contenta porque ha conseguido que los cinco alumnos (deberían ser ocho, pero a estas alturas de curso ya no aparecen por la clase) quizás no saben resolver una división de tres cifras (tienen casi 16 años), pero pueden estar ahora diez minutos centrados en una tarea. «Y eso es un gran logro; muchos de los profesores que han tenido – todos han repetido en más de dos ocasiones o han sido expulsados de otros institutos-no se lo creerían».

 

ESTO VIENE A CUENTO PARA RECORDAR QUE HASTA QUE UN PROFESOR NO DECIDE QUE SE ACABA SU CLASE (SIEMPRE QUE DESPUÉS NO HAYA OTRA CLASE) ESTA NO SE ACABA. Y DESDE LUEGO ESO LO DECIDE EL PROFESOR NO UN ALUMNO. ¿EN QUÉ EMPRESA SE HA VISTO QUE UN EMPLEADO LE DIGA A SU JEFE LO QUE TIENE QUE HACER? Y MENOS EN BACHILLERATO, EDUCACIÓN NO OBLIGATORIA.

Cómo restaurar el sistema

¿Qué es restaurar sistema?

Es una medida de seguridad que permite restaurar Windows a las condiciones en que estaba en un momento anterior. Una especie de viaje en el tiempo hacia el pasado.

Resulta útil cuando la instalación de un programa o un driver provoca fallos o vuelve a Windows inestable. Regresar al punto anterior en que se instaló ese programa o driver puede resolver el problema.

Restaurar el sistema sólo afecta a programas o a archivos y configuraciones de Windows. Nunca elimina ni modifica tus carpetas o archivos personales, o tus contactos o mensajes de e-mail.

Antes de restaurar el sistema

La restauración del sistema desinstala TODOS los programas que hayas podido instalar entre el momento actual y el punto al que regresas. También los drivers que puedas haber actualizado. Eso incluye programas y drivers que no causen ningún fallo y que tendrías que reinstalar tras la restauración.

Conviene intentar resolver el problema de algún otro modo antes de probar a restaurar el sistema:

Desinstalar el programa que provoca el fallo. Si los problemas empezaron tras instalar un programa, es probable que sea el culpable. Prueba a desinstalarlo.
Actualizar el driver problemático. Que los fallos empiecen después de instalar un driver puede significar que el problema esté ahí. Si lo que ha provocado el fallo es su actualización, prueba a recuperar el driver anterior. Reinstalará el que hubiera antes.
Crear un punto de restauración del sistema

Los puntos de restauración son los momentos a los que Windows puede regresar con la restauración del sistema. Se crean por sí solos en ciertos casos, pero también puedes crearlos tú. Por ejemplo justo ANTES de instalar un programa o driver.

No confundas los puntos de restauración con una copia de seguridad. Ésta crea un duplicado de tu PC, que incluye todos tus archivos personales, e-mails o contactos y te permite recuperarlos. El punto de restauración NO guarda nada de eso.

(Ve la imagen de arriba)

Puntos de restauración en Windows 7
Entra en el menú Inicio y escribe «crear un punto de restauración» en el campo de búsqueda. Luego haz clic en el enlace que se llama igual en la lista de resultados.
Pulsa el botón Crear. Escribe un nombre para el punto de restauración. Intenta que sea descriptivo. Si tienes que volver a él te será útil saber a qué momento se refiere. Haz clic en Crear.
Cierra el mensaje de aviso que te dice que el punto se ha creado. Y también la ventana de Propiedades del sistema.
Puntos de restauración en XP
Entra en:

Inicio -> Todos los programas -> Accesorios -> Herramientas del sistema -> Restaurar sistema
Pincha en la casilla Crear punto de restauración y luego pulsa Siguiente.
Escribe un nombre descriptivo para el punto de restauración y pulsa el botón Crear. Cierra la ventana que te indica que el punto se ha creado.
Puntos de restauración en Windows Vista
En el campo de búsqueda del menú Inicio escribe «restaurar sistema». Luego haz clic en el enlace con ese nombre que debe salirte en la lista de resultados. Confirma que quieres continuar en el aviso de seguridad.
Pincha en el enlace abra protección del sistema.
Pulsa el botón Crear, abajo a la derecha. Elige un nombre para el punto de restauración y haz clic en Crear. Cuando termine, cierra todas las ventanas y avisos que tengan que ver con restaurar el sistema.

Restaura el sistema en Windows Vista

Cierra cualquier programa que puedas tener abierto. Si tu PC es un laptop conéctalo a la electricidad. Entra en Inicio, escribe «restaurar sistema» en el campo de búsqueda y haz clic en ese enlace en los resultados. Confirma el aviso de seguridad.
Si es la primera vez que usas Restaurar sistema, pulsa Siguiente en la ventana. Si no, Pincha Elegir otro punto de restauración antes de hacerlo (ve la imagen).

NOTA: La opción Deshacer Restaurar sistema sólo está disponible si ya has restaurado antes tu PC. Deshace los efectos de la última restauración hecha. Úsala si no ha corrido bien.
Haz clic en Mostrar puntos de restauración con antigüedad superior a 5 días. Elige el que quieras en la lista haciendo clic en él. Avanza con Siguiente.
Verifica que el punto seleccionado es el que quieres antes de pulsar Finalizar. Confirma con Sí que empiece la restauración. El PC se reiniciará. Espera a que salga el mensaje de que se ha completado antes de hacer nada más o apagarlo.

http://windowsespanol.about.com/od/SeguridadEnWindows/ss/Restaurar-Sistema.htm

España se ha permitido el lujo de tirar cerebros a la basura durante siglos, lo que equivale a un crimen histórico contra la inteligencia

Ningún cerebro humano es mejor que otro al nacer, en cualquier rincón del mundo. El cerebro es, sin duda, la principal fuente de riqueza, la única energía realmente sostenible, renovable e inagotable. España se ha permitido el lujo de tirar cerebros a la basura durante siglos, lo que equivale a un crimen histórico contra la inteligencia, el mismo delito que se comete hoy cuando se recorta el presupuesto de educación. Recuerdo a algunos compañeros de escuela en el pueblo, cuyo talento fue desperdiciado por la pobreza y la incuria de la posguerra. Eran inteligentes, despiertos, ávidos por aprender. Pudieron haber sido ingenieros, médicos, científicos. A varias generaciones de niños como aquellos con los que yo jugaba en el recreo, la España negra solo les dejó las manos para trabajar. En pleno franquismo tres millones tuvieron que irse de peones a Europa. Sucedió lo mismo cuando en plena fiebre del ladrillo España se vio inundada por oleadas de inmigrantes. Nuestro territorio se hallaba situado en el lugar geográfico ideal: a solo 11 kilómetros de África, con la ventaja del mismo idioma para los latinoamericanos y un sol de invierno radiante contra el frío de los países del Este y encima en este caso tampoco se requería ninguna preparación, ninguna ciencia, solo las manos para subir al andamio, servir copas, recoger fruta y limpiar retretes. El desprecio de nuestro país por la inteligencia ha producido varias diásporas. En el siglo XV los cristianos expulsaron a los judíos; la Inquisición llevó a la hoguera o metió en las mazmorras a quienes se atrevían a investigar. Los sucesivos espadones del siglo XIX llenaron Francia e Inglaterra de liberales españoles que huyeron para salvar el pellejo, entre ellos Goya y Blanco White, pero eso no fue nada si se compara con el medio millón de republicanos que fueron brutalmente condenados al exilio al final de la Guerra Civil junto con nuestros mejores intelectuales, escritores y científicos. Ahora llega la última diáspora. La desidia y el desprecio por la inteligencia están produciendo una fuga de cerebros. Jóvenes científicos, biólogos, ingenieros, tenazmente preparados aquí, cuya energía intelectual es la única fuerza genuina para salir de la crisis, se van fuera a dar sus frutos. La maldición de siempre.

Cómo analizar tu excremento

Defecar es una parte importante en la vida de todas las personas, pero por lo general la gente evita hablar de ello para no avergonzarse y evitar situaciones incomodas. Aunque hablar de excremento o de defecar es divertido, también tiene una funciona muy importante para tu salud. Tus heces son una fuente importante de información sobre la salud de tu cuerpo y sobre todo de tu sistema digestivo. Puede parecer antihigiénico ponerte a examinar tus heces después de defecar, pero es un pequeño precio que tenemos que pagar si queremos obtener información que puede salvarnos o prevenir alguna enfermedad.

Método1

Observa la forma y el tamaño

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    Calcula la longitud de tu excremento. La longitud óptima de una evacuación debe ser aproximadamente de 30 centímetros (12 pulgadas). El excremento significativamente más corto (como gránulos redondos) denota estreñimiento. Aumenta tu ingesta de fibra dietética y mantente hidratado.[3]
  2. Imagen titulada Analyze Poop Step 2
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    Considera el ancho de tu excremento. Si tu excremento empieza a salir constantemente estrecho, habla con tu doctor. El adelgazamiento de las evacuaciones intestinales denota una obstrucción en el intestino grueso. Tu intestino puede estar bloqueado por un objeto extraño o un tumor.[4]
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    Nota la consistencia de tu excremento. Tus evacuaciones intestinales debes ser suaves, sólidas y un poco esponjosas.

    • Las evacuaciones intestinales que se desmenuzan fácilmente o que son mayormente líquidas denotan diarrea. Esto puede ser consecuencia de una amplia variedad de problemas de salud, incluyendo las enfermedades infecciosas, la inflamación, la mala absorción de nutrientes o incluso el estrés psicológico.
    • Las evacuaciones intestinales que son grumosas, duras y difíciles de pasar, denotan estreñimiento.[5]

Método2

Revisa el color

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    Averigua el color base de tu excremento. El color ideal de un excremento es un tono medio de marrón, pero se pueden encontrar algunas variaciones entre las personas saludables.

    • El excremento verde o amarillo generalmente es el resultado de que las evacuaciones intestinales son muy rápidas, como en el caso de la diarrea leve. La bilis, que es el pigmento principal en el excremento, empieza a salir verde y se vuelve marrón con el tiempo.
    • Las heces de color gris pálido o amarillo indican una enfermedad hepática.[6]
  2. Imagen titulada Analyze Poop Step 5
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    Fíjate en signos de sangre. Presta atención si el excremento presenta un color rojo o negro.

    • El rojo brillante indica un sangrado en la parte final del tracto digestivo, probablemente en el intestino grueso o en el ano. Este tipo de sangrado generalmente denota problemas de salud que no son graves, como una inflamación menor o hemorroides. Además, raramente puede ser un signo de cáncer. Habla con tu doctor si sucede varias veces o si tus evacuaciones intestinales se tornan dolorosas.
    • El sangrado en la parte más alta del sistema digestivo, como en el estómago o en el intestino delgado, hace que las heces salgan de un color rojo oscuro intenso o negro. También tendrá una consistencia viscosa y parecida a la brea. Si tienes este tipo de excremento, habla con tu doctor. Puede ser un signo de una variedad de problemas graves, que van desde las úlceras pépticas hasta el cáncer intestinal.[7]
    • Comer remolacha también puede hacer que tu excremento salga de color rojo. Sin embargo, el rojo de la remolacha es fácil de distinguir del rojo de la sangre. Si el rojo tiene un matiz magenta o fucsia, lo más probable es que provenga de la remolacha o del colorante del alimento, no de la sangre.[8]
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    Trata de no alarmarte por los colores raros, a menos que persistan. Casi todas las causas transitorias de los cambios de color del excremento se remontan al colorante del alimento. Aunque no recuerdes haber comido un alimento con un color particular, los colorantes pueden estar ocultos o camuflados entre otros colores que se descomponen con más facilidad. Los colorantes de los alimentos también pueden interaccionar con otros pigmentos del tracto digestivo y producir resultados inesperados.[9]

Método3

Considera otros atributos

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    Haz seguimiento a la frecuencia de tu evacuación intestinal. Un sistema digestivo saludable dará como resultado una evacuación intestinal “regular”. No obstante, “regular” es un término relativo. Averigua la frecuencia de tu evacuación intestinal para que puedas ser consciente de los cambios que puedan ser signos de alerta temprana de algún problema de salud.

    • Por lo general, una frecuencia saludable de evacuación intestinal va de una vez cada tres días hasta un máximo de tres veces al día. Si vas más de tres veces al baño en un día, entonces tienes diarrea. El estreñimiento, por el contrario, se da cuando la frecuencia de la evacuación intestinal está espaciada por más de tres días.[10]
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    Determina la flotabilidad del excremento. Las heces saludables deben deslizarse suavemente hasta la parte inferior del inodoro. Si tu evacuación intestinal flota fácilmente, es probable que tu dieta tenga un alto contenido de fibra.[11]

    • La pancreatitis causa un deterioro en la absorción de lípidos, lo que conduce a un excremento grasoso que tiende a flotar. Estas evacuaciones intestinales son extremadamente grasosas y liberan gotas inmiscibles en la taza del inodoro.[12]
  3. Imagen titulada Analyze Poop Step 9
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    Presta atención a los excrementos particularmente hediondos. Ningún excremento olerá agradable. De hecho, un olor penetrante puede denotar una flora intestinal saludable. Sin embargo, ciertos problemas de salud pueden causar que las heces huelan mucho más fuerte de lo normal. Estos problemas incluyen las heces con sangre, la diarrea infecciosa y los síndromes de mala absorción de nutrientes.[13]

Método4

Entiende a los recién nacidos

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    Trata de no alarmarte por el meconio. La primera evacuación intestinal de un bebé, llamada meconio, se da dentro de las 24 horas posteriores al nacimiento. El meconio es de color verde oscuro, casi negro, grueso y viscoso. Está hecho de las células desprendidas y del desecho que se acumulan en el útero. Tu bebé debe hacer la transición al excremento normal en el plazo de dos a cuatro días.[14]
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    Verifica la consistencia. A medida que el sistema digestivo del bebé madure, producirá excremento que es muy diferente del que se considera saludable en niños mayores y adultos. Debido a su dieta líquida, las evacuaciones intestinales saludables en los bebés no son sólidas y deben tener la consistencias de la mantequilla de maní o del pudín. Es normal que los bebés alimentados con fórmula produzcan un excremento más grueso y más voluminoso que los bebés lactantes.

    • La diarrea de los bebés es extremadamente acuosa y puede filtrarse al pañal y a la espalda del bebé. Llama a tu doctor si tu bebé tiene diarrea, es menor de 3 meses, ha tenido diarrea por más de un día o exhibe otros síntomas (como fiebre).[15]
    • Las evacuaciones intestinales sólidas son un signo de estreñimiento. Un pañal que contenga pequeñas piedras de manera ocasional no es causa de alarma, pero consulta a un doctor si sucede frecuentemente. Un estreñimiento grave puede darse conjuntamente con la diarrea si el excremento acuoso se filtra de la obstrucción.[16]
  3. Imagen titulada Analyze Poop Step 12
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    Fíjate en el color. Por lo general, el excremento del bebé es más ligero y puede ser de color amarillo, verde o marrón claro. No te alarmes por los cambios de color. A medida que el sistema digestivo de tu bebé madura, los cambios en la producción de enzimas y la duración de la trayectoria producirán la diversidad.

    • El color marrón oscuro es un signo de estreñimiento.
    • El excremento negro posterior al meconio definitivamente denota sangrado. Es muy probable que las manchitas de color negro similares a las semillas de amapola sean consecuencia de haber tragado sangre de un pezón irritado. No te alarmes, ya que si tu bebé toma un suplemento de hierro, esto también dará como resultado el excremento negro.
    • El color amarillo pálido o el gris tiza puede ser un signo de problemas hepáticos o una infección.[17]
  4. Imagen titulada Analyze Poop Step 13
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    Sé consciente de la frecuencia. Un bebé recién nacido saludable tendrá entre 1 a 8 evacuaciones intestinales cada día, con un promedio de 4. Como los adultos, cada bebé tendrá su propio ritmo “normal”. Sin embargo, habla con un doctor si tu bebé alimentado con fórmula tiene menos de una evacuación intestinal al día o tu bebé lactante tiene menos de una cada 10 diez días.[18][19]
  5. Imagen titulada Analyze Poop Step 14
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    Pon atención al olor. El excremento de tu bebé debe tener un olor menos penetrante y casi dulce. Es normal que los bebés alimentados con fórmula tengan evacuaciones intestinales que huelan más fuerte que las de los bebés lactantes. Las evacuaciones intestinales de un bebé deben empezar a oler más como las de un adulto una vez que empiece la transición a los alimentos sólidos.[20]

Consejos

  • Si estás estreñido, come más fibra y trata de mantenerte hidratado. La fibra dietética hace al excremento voluminoso, lo que produce evacuaciones intestinales más frecuentes. La hidratación apropiada lubrica el tracto digestivo y mejora su motilidad, haciendo que el excremento transite con más facilidad.
  • Muchos doctores están de acuerdo en que no hay un criterio de “normalidad” que indique perfectamente cuándo un excremento es saludable. Es más importante que te fijes en los “cambios” en la apariencia y la frecuencia de las evacuaciones intestinales.[21]
  • Con la excepción de la sangre en el excremento, ninguno de los cambios en este artículo indican problemas de salud, a menos que sean constantes. Un excremento de un color raro o particularmente hediondo no es algo de lo que debas preocuparte. Solo asegúrate de hablar con tu doctor si empieza a suceder con frecuencia.

Advertencias

  • Si notas que las heces son de aspecto oleoso y de color negro o caoba muy oscuro y además viene acompañado de vómitos sanguinolentos (de color negro o marronáceo oscuro) y sientes que pierdes el conocimiento acude al médico enseguida. Puede tratarse de una hemorragia digestiva generalmente producto de una úlcera péptica y si no se trata a tiempo puede causar un shock hipovolémico que podría poner tu propia vida en riesgo.

http://es.wikihow.com/analizar-tu-excremento

"Sí, soy un inculto, pero gano mucho más que tú. ¿Qué pasa? ¿Eh?"

RETRATO PERFECTO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/01/27/si-soy-un-inculto-pero-gano-mucho-mas-que-tu-que-pasa-eh-113627/

UNOS APUNTES:

“Yo a mi hija ya le he dicho que se haga cantaora o algo, que canta muy bien. Sal en la tele”. El que habla es Mané, que tiene un bar donde, a veces, por las tardes, se juntan unos amigos a tocar flamenco. “Yo esos de los libros, a los que van de culturales, me descojono”, dice. “Llevo diez años con el negocio y no he visto ni uno que tenga para pagarse los cafés. ¿Qué le dices a tu gente? ¿Qué sean como ellos? Venga hombre. Mucha facha y nada más. A mí, esos de los libros, negocio me hacen poco”.

En el pasado reciente, explica Manuel Cruz, la gente que no era culta se avergonzaba de no serlo, mientras que hoy, en un giro completo, vemos cómo “la gente alardea de su incultura, añadiendo incluso a su actitud de desprecio expresiones chulescas del tipo ‘¿Qué pasa? ¿Eh? ¿Pasa algo?’. Antes, ser culto estaba asociado a las clases sociales más pudientes. Hoy no. La gente te dice ‘No soy culto, no sé nada pero me gano la vida mucho mejor qué tú’. Y es un mensaje que se lanza masivamente. Son actitudes que ves en televisión con mucha frecuencia. Nos hemos acostumbrado al analfabetismo, incluso al más desatado, y parece que da igual”.

Coincide Luis, nombre ficticio de un editor madrileño, para quien la crisis de la cultura tiene que ver con una sociedad en la que quien ponía un ladrillo encima de otro ganaba un montón de dinero, y en la que no era necesarios formarse para tener un buen sueldo. “Era gente que vivía muy bien y que se reía de quienes iban a la universidad, pasaban años estudiando y se esforzaban, además, por adquirir cierta cultura. En el pasado, eran personas que se acomplejaban al encontrarse con quienes tenían formación. Últimamente ocurría todo lo contrario. Pero con la crisis tienen que haber aprendido la lección, porque ahora, quienes no poseen estudios, tienen mucho menos trabajo que quienes cuentan con un título universitario, estudios de posgrado y una cultura sólida. Harían bien en volver a acomplejarse…”.

Sin embargo, el problema de fondo no tiene que ver con el elitismo, con una divulgación inadecuada o con la petulancia de tipos que miran por encima del hombro a los demás, sino con la desaparición del suelo público de la idea de la cultura como algo que tiene gran utilidad por encima de su conversión en rentas económicas o simbólicas. Como afirmaba Marta Sanz, la cultura ayuda a que abramos los ojos, o como aseguraba Cruz, nos enseña grandes lecciones acerca de nosotros mismos y de nuestro mundo. Si esos elementos no importan, todo queda reducido a rentabilidades o experiencias.

Q.E.D.

Quod erat demonstrandum es una locución latina que significa ‘lo que se quería demostrar’ y se abrevia QED. Tiene su origen en la frase griega ὅπερ ἔδει δεῖξαι (hóper édei deĩxai), que usaban muchos matemáticos antiguos, incluyendo a Euclides1 y Arquímedes, al final de las demostraciones o pruebas matemáticas para señalar que habían alcanzado el resultado requerido para la prueba.

Algunos hispanohablantes creen que QED es el acrónimo de ‘queda entonces demostrado’ o ‘queda estrictamente demostrado’.

Hoy en día el uso de la sigla QED al final de las demostraciones matemáticas no es tan frecuente como lo fue en siglos pasados. Actualmente, y en especial en los documentos escritos en computadora, es frecuente el uso de símbolos como el cuadrado relleno (∎) llamado por algunos el «símbolo de Halmos» en honor a Paul Halmos, quien fue pionero en su utilización. A veces también se usa un cuadrado vacío (□), o dos barras de división (//). Alternativamente, en lugar de utilizar símbolos, se escribe la palabra completa «demostrado», o el acrónimo español LQQD (‘lo que queríamos demostrar’). Otra posibilidad es la de finalizar las demostraciones con el acrónimo español CQD (‘como queríamos demostrar’ o ‘como queda demostrado’).

TANDA DE CHISTES

****************Cuanto son 2+2 ?

Ingeniero : 3.999989
Fisico : 4.0004 +/- 0.0006
Matematico : Espere, solo unos minutos mas, ya he probado que la solucion existe y es unica, ahora la estoy acotando…
Filosofo : Que quiere decir 2+2 ?
Logico : Defina mejor 2+2 y le respondere.
Contable : Cierra puertas y ventanas y pregunta en voz baja «Cuanto quiere que sea el resultado ?»

En el departamento de psicologia de la U.A.B. han inventado un detector de
mentiras, y para probar su eficacia deciden probarlo sobre alumnos y
profesores, escogiendo para ello a un estudiante de informatica, uno de
medicina y otro de letras. Al comienzo de la prueba se advierte a los
conejillos que sonara una alarma cada vez que digan una mentira. Empieza
el de informatica y dice:
– Yo pienso que piratear programas deberia estar prohibido por la ley. –
Y la alarma: Piiiip, Piiiiip, Piiiiiip.
El de medicina dice:
– Yo pienso que nuestra carrera es de las mas divertidas que…
– Piiiip, piiiip, piiiip, piiiip.
Y el de letras dice:
– Yo pienso
– Piiip, piiiiiip, piiiiiiiiiip.
Nota:no se me pongan bravos los de letras… 🙂
Se abre el telon y se ven dos sistemas lineales incompatibles.
Como se llama la pelicula ?
Kramer contra Kramer.

CINCO EXCUSAS PARA NO HACER LOS DEBERES DE MATEMÁTICAS.

1. Sé como se hacen, pero el margen es demasiado pequeño.
2. Tengo una calculadora solar, pero estaba nublado.
3. Metí los deberes en la carpeta y la cerré, pero un perro tetradimensional los cogió y se los comió.
4. Juraría que los guarde en una botella de Klein, pero esta mañana no estaban dentro.
5. Estuve viendo el partido de fútbol y se me ocurrió intentar demostrar que convergía, y claro, no tuve tiempo de hacer los deberes.

Dos matemáticos están discutiendo en un bar. Uno de ellos dice que la gente no sabe nada de matemáticas, mientras que el otro mantiene que todo el mundo esta preparado para resolver casi cualquier problema que le aparezca en su vida. En esto que el que dice que no tienen ni idea se va al cuarto de baño, y el otro llama a una camarera rubia y le dice :
– Mire, ¿me puede hacer un favor? Dentro de un rato le haré una pregunta, y usted me tiene que responder «un tercio de x al cubo».
– ¿Un cubo de qué?
– No, «un tercio de x al cubo».
– ¿Un trozo de queso en cubos?
– No, «un tercio de x al cubo», repita.
– ¿Un tejido de equis en cubos? ¡ No tiene sentido !
– No, no, fíjese, lo está diciendo mal, es «un tercio de x al cubo».
– ¿Un tercio de x al cubo ?
– ¡ Si ! ¡ Eso es ! No lo olvide, ¡ por favor !
En esto que la camarera se aleja repitiendo en voz baja «un tercio de x al cubo», «un tercio de x al cubo»… y el otro matemático vuelve.
– Mira, para que veas, vamos a hacerle una pregunta a cualquiera, por ejemplo, esa camarera rubia, y veras como nos responde.
– Vale. Llámala.
– ¡ Oiga ! ¡ Camarera, por favor !
– ¿Si?
– ¿Usted sabe cuánto es la integral de x al cuadrado?
– ¡ Ah… ! Un tercio de x al cubo… más la constante de integración.

Por que la gallina cruzó la banda de Moebius ? – Para ir al otro… esto… eh…

Tres de cada cuatro trabajadores que han perdido su empleo en la crisis tenían sólo primaria

Casi tres de cada cuatro empleos destruidos entre el tercer trimestre de 2008 y el mismo trimestre de 2012 los ocupaban trabajadores con educación primaria o secundaria incompleta, mientras que los empleados con formación superior apenas han visto reducir su ocupación un 0,1% en esos cuatro años, según un estudio de Adecco y de Barceló y Asociados.

Las personas con formación primaria suponen el 10% del total de personas ocupadas en España: 17,3 millones

De los 17,3 millones de personas que trabajaban en España el pasado mes de septiembre, el colectivo de personas con educación superior representa el grupo más numeroso, el 39,4% del total de ocupados, con más de 6,8 millones de personas.

Por su parte, las personas con formación primaria suponen el 10% del total de personas ocupadas (1.734.800 trabajadores), mientras que los ocupados con educación secundaria incompleta suponen el 26,5% del total (4.584.400 personas), y los que tienen educación secundaria completa el 24,1% (4.172.600 personas).

Menor formación equivale a menos empleo

País Vasco es la comunidad autónoma con mayor porcentaje de ocupados con educación superior y la única en la que representan más de la mitad de los ocupados, el 54,4%, seguida de Madrid (49,9%) y Asturias (43,9%).

En el extremo contrario, Extremadura (31%), Castilla-La Mancha (30,8%) y Baleares (27,5%) son las únicas comunidades en las que el grupo de personas ocupadas con educación superior no es el más importante.

Alos trabajadores con educación superior la crisis les ha afectado «mínimamente»

A menor nivel de formación, la destrucción de empleo ha sido mayor, pues entre las personas con educación primaria, la caída de la ocupación en estos cuatro años ha sido del 41,3%.

Entre los que no completaron la secundaria, el empleo se ha reducido un 17,4%, mientras que entre los que sí la completaron el recorte llega al 16,6%.

Por el contrario, a los trabajadores con educación superior la crisis les ha afectado «mínimamente», según el estudio, pues su número de empleados ha disminuido un 0,1% en el periodo analizado.

Los hombres pierden más empleos

En los últimos cuatro años, los hombres han sufrido en todos los grupos formativos la mayor parte de los despidos. Así, el número de varones ocupados ha disminuido un 19,5%, mientras que el empleo en el caso de las mujeres ha descendido un 8,6%.

En ambos sexos, casi tres cuartas partes de los puestos de trabajo perdidos desde el tercer trimestre de 2008 corresponden a personas con educación primaria o secundaria incompleta (71,8% en el caso de los hombres y 74,1% en el de las mujeres).

Las mujeres con educación superior han aumentado su ocupación durante la crisis, con 98.600 puestos de trabajoLas mujeres con educación superior han aumentado su ocupación durante la crisis, con 98.600 puestos de trabajo, mientras que el número de varones ocupados con educación superior ha disminuido en 105.400 personas.

En el informe se destaca que Baleares es la región en la que menos se ha reducido el empleo en estos años, con una disminución de la ocupación masculina del 8,3% y del 1,1% entre las mujeres.

La tasa de desempleo de España alcanzó en el tercer trimestre de 2012 el 25%. Para los trabajadores con educación superior, la tasa de paro es del 15,1%, mientras que para las personas con educación primaria es del 38,5%. Asimismo, el 31,6% de las personas con formación secundaria incompleta no tienen empleo, así como el 24,5% de las tienen educación secundaria completa.

La tasa de desempleo total supera el 30% en Andalucía (35,4%), Canarias (33,6%) y Extremadura (32,7%), mientras que Navarra, País Vasco y Cantabria tienen menos de la mitad de desempleados, con un 15%, 15,5% y 15,7%, respectivamente.

Para este estudio, los niveles formativos se han dividido en cuatro: educación primaria (quienes completaron esa etapa educativa, a quienes no lo hicieron y quienes no tienen ningún tipo de estudios); educación secundaria incompleta; educación secundaria completa (los que acabaron secundaria y quienes completaron cursos de formación profesional para los que sí se requiere un título de secundaria), y educación superior, que abarca desde enseñanzas técnico-profesionales de grado superior, hasta doctorados, incluyendo también estudios universitarios incompletos y maestrías.

http://www.20minutos.es/noticia/1701071/0/tres-cada-cuatro/trabajadores-empleo/perdido-solo-tenia-primaria/

De malos profesores

María Barbero

En una reciente encuesta informal entre colegas preguntaba yo cuántos profesores —inolvidables, buenos, excelentes, de esos que te dejan huella— recordaba gratamente cada uno de nosotros.

Si un universitario español ha pasado doce años en el colegio hasta acabar el bachillerato, más cuatro o cinco años en la universidad, tenemos dieciséis o diecisiete años de formación. Calculando (por lo bajo) cinco asignaturas por año (hay que tener en cuenta que habrá docentes que «repetirán» en el currículo del alumno), llego a una cifra de unos ochenta profesores por estudiante. Ochenta formadores que han pasado por la vida del estudiante y han contribuido a que el alumno de ayer sea la persona culta de hoy. ¿Cuántos de ellos fueron magníficos, grandes profesores?

Debo de ser una persona muy afortunada, ya que, dentro de mi informal grupo entrevistado, puedo dar cuenta casi de la mayor cantidad de buenos profesores: de esos que nunca olvidaré, que me han aportado algo especial en la vida, que me enseñaron a amar lo que enseñaban (porque ellos también lo amaban) recuerdo a cuatro. Cuatro personas insustituibles entre mis ochenta; cuatro personas que consiguieron que apreciase profundamente las materias que enseñaban, y que me interesase por ellas.

Mis colegas entrevistados arrojaban resultados algo más modestos. Algunos podían recordar a dos o tres buenísimos profesores (muchos de ellos, por cierto, de la escuela primaria y secundaria). Otros se quedaban con solo un buen profesor maravilloso, al que reconocían deberle mucho de lo que son ahora. Hubo quien me dijo que cero, que aunque había tenido profesores majos, simpáticos y hasta capaces a lo largo de su vida, no recordaba haber tenido a nadie magnífico. Cero de ochenta. Dos, tres, cuatro de ochenta. Uno de ochenta.

Mi informal entrevista me ha hecho rascarme la cabeza y meditar sobre la escasez, a lo largo de nuestra formación y de nuestra vida, de profesores que nos hayan llegado al alma.

Me pongo a pensar con pesar: si aun con tan escasa cosecha de buenos profesores, mis colegas y yo hemos alcanzado tan honrado nivel de formación y lucimiento intelectual, ¿qué no habríamos sido capaces de hacer si hubiéramos disfrutado de un número realmente grande de esos buenos profesores? Sería quiméricamente deseable, desde luego, que los centros de formación contasen con mejor material entre su profesorado, ya que entiendo que el número de buenos alumnos corre directamente proporcional al de buenos profesores. Véanse como ejemplo los excelentes docentes y estudiantes con que cuentan determinadas universidades estadounidenses de élite.

Yo soy de una generación ya madura (por decirlo suavemente), así que, siguiendo con mi ocioso hilo de pensamiento, empecé a preguntarme si el número de buenos profesores habría aumentado en España. Me parecía lógico esperar que los que se forman hoy en mi país, en una situación política y social muy diferente de la que yo conocí, gozarían de mejores profesores.

Y así, animada con la idea de que probablemente los estudiantes de mi generación, sufridores de una clara escasez de buen profesorado, se hubieran convertido en mejores profesores que sus antecesores y estuvieran ya mismo dejando esa huella positiva en el recuerdo de sus alumnos, me decidí a asistir a algunas clases universitarias en mi antigua alma máter, la Universidad de Salamanca, confiando en poder escribir para La Linterna del Traductor una notita positiva que subrayase la idea básica de éxito generacional, de que los buenos profesores de ahora son mejores que los buenos profesores de antes.

Para corroborar empíricamente mi teoría me dirijo a la mejor cantera de discernimiento sobre material profesoril que conozco: un grupo de avezados y avanzados estudiantes universitarios. Mi pregunta los deja estupefactos: «¿A qué buenos profesores me podéis recomendar para que les pida permiso para asistir a unas buenas clases universitarias? Es que tengo que escribir una crónica».

Se intercambian miradas, arrugan el entrecejo y hasta expulsan aire por la nariz. «¿Una buena clase? ¿Un profesor muy recomendable?». Y no parecen saber decidirse por ninguno, pese a que, entre todos, suman más de una veintena de asignaturas. Sonrío con la euforia de quien piensa que tendrá que elegir la perla negra entre un montón de perlas blancas. «Si son todos buenos, puedo asistir a un par de clases.» Me miran con ironía y se echan a reír. «¿Todos buenos? Habrá que buscar uno que sea aceptable. Pero será bien difícil.»

Mi gozo en un pozo. Tengo ante mí a un grupo de universitarios inteligentes y bien semiformados, de buen criterio, excelente dicción e impecable ortografía. Todos de filologías diversas. Y todos coinciden en afirmar que la mayoría de sus profesores son malos. Malos no: pésimos. Aburridos. Desanimadores. Cerrilmente ajenos a todo aquello que despierte el interés de sus alumnos. Tediosamente poco originales. Incapaces de motivar y de transmitir cualquier entusiasmo por la asignatura que desgra­cia­da­mente imparten. En conversación posterior con este y otro grupo de estudiantes, llegan a definir a esta masa ingentemente mayoritaria de malos profesores, como vampíricos: sorben el entusiasmo inicial e ingenuo de sus alumnos y los dejan vacíos de vitalidad, de deseo de aprender, de curiosidad, de interés… Establecen de forma indiscutible desde el principio quién manda ―¡como si se pudiera mandar en el aula!―, dan pautas que determinan que de nada sirve tener un interés por la materia que se salga del marco academicista y de los áridos y añosos apuntes que ellos se dignan presentar, y qué poco les importa a ellos, a los profesores, quién aprende y qué aprende. El profesor vampiro no desea enseñar: acude al centro para justificar su sueldo mensual, para despreciar al alumno y comentar con otros vampiros a la hora del café qué mal preparada que llega la gente de la ESO. No está ahí para despertar el amor por su asignatura, ya que él no la ama. Su intención no es transmitir saber ni deseo de aprender: su intención es desanimar a posibles competidores del futuro, frenar talantes inquietos y mentalidades abiertas y rompedoras que revolucionarían sus esquemas y harían que sus viejos apuntes se quedasen, si cabe, aún más obsoletos.

De esos profes vampiros parecen tener muchos mis estudiantes consultados. Unánimemente, por fortuna, también me recomendaron a uno nada vampírico que ofrece una clase excelente (participativa, rica y tensa), una asignatura insospechadamente interesante, una aproximación integral y original al temario, una invitación constante al trabajo propio, a la investigación individual sobre la materia. Un profesor que arrasa porque cree en lo que enseña, porque ama lo que enseña y sabe transmitir ese amor a quienes lo escuchan.

Pido permiso, acudo a esa clase y, efectivamente, me deja arrobada. Ahí tenemos a alguien que, al menos, marcará a muchos de esos alumnos que, como yo en ese momento, siguen embobados su clase de estudios culturales. Tenemos aquí a un profesor que será el elegido entre los ochenta de muchos de sus estudiantes, cuando ellos sean adultos de mi edad y él sea un viejito que se haya retirado al cabo de muchos años de honrada vida docente.

¿Qué tiene este profesor bueno que no tienen los malos profesores? Algo que muy claramente se transparenta cuando se asiste a su clase: el buen profesor ama la asignatura que imparte. Le gusta, le interesa y le importa. Además, al buen profesor le importa transmitir eso que él ama. El buen profesor quiere hacer llegar a sus alumnos (tanto a los brillantes y a los inicialmente indiferentes, como al tontito que se metió en esta carrera tras una ESO mediocre y un bachillerato sin pena ni gloria que no le daba para otra cosa) esa fascinación que él siente, ese interés por la materia que imparte. El buen profesor es lo contrario del profesor vampiro: mientras que los malos profesores desecan el ánimo del estudiante, al tiempo que diseccionan y emasculan simbólicamente su asignatura, por muy interesante que sea, el buen profesor insufla energía en el alumno, inyecta vida a la materia que imparte, aunque sea la más soporífera del plan de estudios. El buen profesor sufre si el alumno no llega al nivel exigido para pasar la materia porque sabe que eso es síntoma de que él no ha llegado como profesor al nivel docente que habría sido deseable. Y es que, tras muchos años de ser alumna y algunos otros de ser profesora (en otra vida, en otro mundo y en otro país) he llegado empíricamente a la conclusión de que el alumno no aprende por muchas razones, y una de ellas es que el profesor no sabe enseñarle.

El alumno no aprende por muchas razones, y una
de ellas es que el profesor
no sabe enseñarle
Sentada allí en el banco y disfrutando de la clase ―larga, pero que se pasa rápida y deja deseos de más, como todas las clases de los buenos profesores― no puedo dejar de preguntarme qué pasa con los otros profesores a los que sus alumnos no recomiendan. Los profesores de hoy son gente de mi generación, gente que, como yo, sufrió la incompetencia de muchos y que hoy, en su recuerdo, no guarda más que a uno, dos o tres buenos maestros. «¿Por qué no sois mejores?», les preguntaría si pudiera. ¿Por qué no hay hoy mejores profesores que antes? ¿Por qué sigue habiendo en la universidad española tanto docente aburrido, incompetente, pobre, incapaz de motivar y de transmitir interés y hasta pasión por su asignatura? ¿Qué hacéis ahí dando clase, si no os gusta, si no os apetece aprender a hacerlo mejor y si no os interesan vuestros alumnos?

Y a la vista de que, tras mi modesta actuación experimental, no puedo sacar la conclusión que me había propuesto de que los profesores de mi generación son mucho mejores que los que yo tuve, me pregunto inquieta si los estudiantes de hoy serán también los malos profesores del mañana.

Me quedo con la desazón, pero intento consolarme pensando que tal vez sean los malos profesores un mal menor perenne y necesario cuya función vital consiste precisamente en subrayar el valor de los rarísimos profesores buenos que se labran un puesto en el recuerdo de sus alumnos a lo largo de todas las generaciones. Magro consuelo, pero no se me ocurre otro.

En una reciente encuesta informal entre colegas preguntaba yo cuántos profesores —inolvidables, buenos, excelentes, de esos que te dejan huella— recordaba gratamente cada uno de nosotros.

Si un universitario español ha pasado doce años en el colegio hasta acabar el bachillerato, más cuatro o cinco años en la universidad, tenemos dieciséis o diecisiete años de formación. Calculando (por lo bajo) cinco asignaturas por año (hay que tener en cuenta que habrá docentes que «repetirán» en el currículo del alumno), llego a una cifra de unos ochenta profesores por estudiante. Ochenta formadores que han pasado por la vida del estudiante y han contribuido a que el alumno de ayer sea la persona culta de hoy. ¿Cuántos de ellos fueron magníficos, grandes profesores?

Debo de ser una persona muy afortunada, ya que, dentro de mi informal grupo entrevistado, puedo dar cuenta casi de la mayor cantidad de buenos profesores: de esos que nunca olvidaré, que me han aportado algo especial en la vida, que me enseñaron a amar lo que enseñaban (porque ellos también lo amaban) recuerdo a cuatro. Cuatro personas insustituibles entre mis ochenta; cuatro personas que consiguieron que apreciase profundamente las materias que enseñaban, y que me interesase por ellas.

Mis colegas entrevistados arrojaban resultados algo más modestos. Algunos podían recordar a dos o tres buenísimos profesores (muchos de ellos, por cierto, de la escuela primaria y secundaria). Otros se quedaban con solo un buen profesor maravilloso, al que reconocían deberle mucho de lo que son ahora. Hubo quien me dijo que cero, que aunque había tenido profesores majos, simpáticos y hasta capaces a lo largo de su vida, no recordaba haber tenido a nadie magnífico. Cero de ochenta. Dos, tres, cuatro de ochenta. Uno de ochenta.

Mi informal entrevista me ha hecho rascarme la cabeza y meditar sobre la escasez, a lo largo de nuestra formación y de nuestra vida, de profesores que nos hayan llegado al alma.

Me pongo a pensar con pesar: si aun con tan escasa cosecha de buenos profesores, mis colegas y yo hemos alcanzado tan honrado nivel de formación y lucimiento intelectual, ¿qué no habríamos sido capaces de hacer si hubiéramos disfrutado de un número realmente grande de esos buenos profesores? Sería quiméricamente deseable, desde luego, que los centros de formación contasen con mejor material entre su profesorado, ya que entiendo que el número de buenos alumnos corre directamente proporcional al de buenos profesores. Véanse como ejemplo los excelentes docentes y estudiantes con que cuentan determinadas universidades estadounidenses de élite.

Yo soy de una generación ya madura (por decirlo suavemente), así que, siguiendo con mi ocioso hilo de pensamiento, empecé a preguntarme si el número de buenos profesores habría aumentado en España. Me parecía lógico esperar que los que se forman hoy en mi país, en una situación política y social muy diferente de la que yo conocí, gozarían de mejores profesores.

Y así, animada con la idea de que probablemente los estudiantes de mi generación, sufridores de una clara escasez de buen profesorado, se hubieran convertido en mejores profesores que sus antecesores y estuvieran ya mismo dejando esa huella positiva en el recuerdo de sus alumnos, me decidí a asistir a algunas clases universitarias en mi antigua alma máter, la Universidad de Salamanca, confiando en poder escribir para La Linterna del Traductor una notita positiva que subrayase la idea básica de éxito generacional, de que los buenos profesores de ahora son mejores que los buenos profesores de antes.

Para corroborar empíricamente mi teoría me dirijo a la mejor cantera de discernimiento sobre material profesoril que conozco: un grupo de avezados y avanzados estudiantes universitarios. Mi pregunta los deja estupefactos: «¿A qué buenos profesores me podéis recomendar para que les pida permiso para asistir a unas buenas clases universitarias? Es que tengo que escribir una crónica».

Se intercambian miradas, arrugan el entrecejo y hasta expulsan aire por la nariz. «¿Una buena clase? ¿Un profesor muy recomendable?». Y no parecen saber decidirse por ninguno, pese a que, entre todos, suman más de una veintena de asignaturas. Sonrío con la euforia de quien piensa que tendrá que elegir la perla negra entre un montón de perlas blancas. «Si son todos buenos, puedo asistir a un par de clases.» Me miran con ironía y se echan a reír. «¿Todos buenos? Habrá que buscar uno que sea aceptable. Pero será bien difícil.»

Mi gozo en un pozo. Tengo ante mí a un grupo de universitarios inteligentes y bien semiformados, de buen criterio, excelente dicción e impecable ortografía. Todos de filologías diversas. Y todos coinciden en afirmar que la mayoría de sus profesores son malos. Malos no: pésimos. Aburridos. Desanimadores. Cerrilmente ajenos a todo aquello que despierte el interés de sus alumnos. Tediosamente poco originales. Incapaces de motivar y de transmitir cualquier entusiasmo por la asignatura que desgra­cia­da­mente imparten. En conversación posterior con este y otro grupo de estudiantes, llegan a definir a esta masa ingentemente mayoritaria de malos profesores, como vampíricos: sorben el entusiasmo inicial e ingenuo de sus alumnos y los dejan vacíos de vitalidad, de deseo de aprender, de curiosidad, de interés… Establecen de forma indiscutible desde el principio quién manda ―¡como si se pudiera mandar en el aula!―, dan pautas que determinan que de nada sirve tener un interés por la materia que se salga del marco academicista y de los áridos y añosos apuntes que ellos se dignan presentar, y qué poco les importa a ellos, a los profesores, quién aprende y qué aprende. El profesor vampiro no desea enseñar: acude al centro para justificar su sueldo mensual, para despreciar al alumno y comentar con otros vampiros a la hora del café qué mal preparada que llega la gente de la ESO. No está ahí para despertar el amor por su asignatura, ya que él no la ama. Su intención no es transmitir saber ni deseo de aprender: su intención es desanimar a posibles competidores del futuro, frenar talantes inquietos y mentalidades abiertas y rompedoras que revolucionarían sus esquemas y harían que sus viejos apuntes se quedasen, si cabe, aún más obsoletos.

De esos profes vampiros parecen tener muchos mis estudiantes consultados. Unánimemente, por fortuna, también me recomendaron a uno nada vampírico que ofrece una clase excelente (participativa, rica y tensa), una asignatura insospechadamente interesante, una aproximación integral y original al temario, una invitación constante al trabajo propio, a la investigación individual sobre la materia. Un profesor que arrasa porque cree en lo que enseña, porque ama lo que enseña y sabe transmitir ese amor a quienes lo escuchan.

Pido permiso, acudo a esa clase y, efectivamente, me deja arrobada. Ahí tenemos a alguien que, al menos, marcará a muchos de esos alumnos que, como yo en ese momento, siguen embobados su clase de estudios culturales. Tenemos aquí a un profesor que será el elegido entre los ochenta de muchos de sus estudiantes, cuando ellos sean adultos de mi edad y él sea un viejito que se haya retirado al cabo de muchos años de honrada vida docente.

¿Qué tiene este profesor bueno que no tienen los malos profesores? Algo que muy claramente se transparenta cuando se asiste a su clase: el buen profesor ama la asignatura que imparte. Le gusta, le interesa y le importa. Además, al buen profesor le importa transmitir eso que él ama. El buen profesor quiere hacer llegar a sus alumnos (tanto a los brillantes y a los inicialmente indiferentes, como al tontito que se metió en esta carrera tras una ESO mediocre y un bachillerato sin pena ni gloria que no le daba para otra cosa) esa fascinación que él siente, ese interés por la materia que imparte. El buen profesor es lo contrario del profesor vampiro: mientras que los malos profesores desecan el ánimo del estudiante, al tiempo que diseccionan y emasculan simbólicamente su asignatura, por muy interesante que sea, el buen profesor insufla energía en el alumno, inyecta vida a la materia que imparte, aunque sea la más soporífera del plan de estudios. El buen profesor sufre si el alumno no llega al nivel exigido para pasar la materia porque sabe que eso es síntoma de que él no ha llegado como profesor al nivel docente que habría sido deseable. Y es que, tras muchos años de ser alumna y algunos otros de ser profesora (en otra vida, en otro mundo y en otro país) he llegado empíricamente a la conclusión de que el alumno no aprende por muchas razones, y una de ellas es que el profesor no sabe enseñarle.

El alumno no aprende por muchas razones, y una
de ellas es que el profesor
no sabe enseñarle
Sentada allí en el banco y disfrutando de la clase ―larga, pero que se pasa rápida y deja deseos de más, como todas las clases de los buenos profesores― no puedo dejar de preguntarme qué pasa con los otros profesores a los que sus alumnos no recomiendan. Los profesores de hoy son gente de mi generación, gente que, como yo, sufrió la incompetencia de muchos y que hoy, en su recuerdo, no guarda más que a uno, dos o tres buenos maestros. «¿Por qué no sois mejores?», les preguntaría si pudiera. ¿Por qué no hay hoy mejores profesores que antes? ¿Por qué sigue habiendo en la universidad española tanto docente aburrido, incompetente, pobre, incapaz de motivar y de transmitir interés y hasta pasión por su asignatura? ¿Qué hacéis ahí dando clase, si no os gusta, si no os apetece aprender a hacerlo mejor y si no os interesan vuestros alumnos?

Y a la vista de que, tras mi modesta actuación experimental, no puedo sacar la conclusión que me había propuesto de que los profesores de mi generación son mucho mejores que los que yo tuve, me pregunto inquieta si los estudiantes de hoy serán también los malos profesores del mañana.

Me quedo con la desazón, pero intento consolarme pensando que tal vez sean los malos profesores un mal menor perenne y necesario cuya función vital consiste precisamente en subrayar el valor de los rarísimos profesores buenos que se labran un puesto en el recuerdo de sus alumnos a lo largo de todas las generaciones. Magro consuelo, pero no se me ocurre otro.

Es curioso, yo pasé 1 año en parvulitos + 8 años de EGB + 4 de Instituto + 4 1/2 de universidad = 17 años y medio, y vagamente recuerdo algún profesor excepcional. Sí recuerdo alguno que lo hacía bien o por lo menos lo intentaba y algunos que siempre te dejan algo: Peláez en 4º de EGB por su seriedad, Beatriz en 7º y 8º por su interés o Mercedes en 2º de BUP y en COU, por enseñarnos a querer a la Química y que existen muchas otras cosas también. Ninguno en la universidad, todos arrogantes y antipedagógicos.

“Llenan los gimnasios de actores”

Armando Escohotado se apuntó a un gimnasio para adquirir cierta presencia “ya que conmigo se atreven hasta los caniches”. Sin embargo, por mucho que se esfuerce, su aspecto sigue estando lejos del de los demás. “Todos son como armarios y les brilla la piel de una manera que parecen sacados de un anuncio”, asegura. Esta constatación le lleva a afirmar que “los gimnasios contratan a actores fuertes para que aspires a ser como ellos”. Está decidido a acudir al Tribunal de Estrasburgo “o donde haga falta, porque esto es publicidad engañosa”.

Sentado en la cafetería del gimnasio, Armando me pide que me fije en los demás clientes que, efectivamente, están cuadrados en su mayoría. “Los normales son los clientes de verdad, los que no llevan carcasa”. “¿Carcasa?”, le pregunto. Y me cuenta que el ser humano no puede desarrollar esos músculos “que sólo vemos en el cine”. Los muchachos del gimnasio están convenientemente caracterizados “para que no dejes nunca de venir y pienses que conseguirás una musculatura que es fruto de la imaginación. Es una farsa muy bien organizada, aunque eso que hacen de tomar pastillitas de colores para transformarse es tan de película infantil que parece mentira que la gente se lo crea a estas alturas”.

Aparte del engaño al que someten a los clientes, lo que más indigna a Armando es que los gimnasios actúen “como una secta, haciendo que tu propio entorno se ponga de su parte y te presione para que quieras ponerte fuerte”. Se refiere a su esposa, que le acompañó el día en que decidió inscribirse “y desde entonces finge un romance con uno de los monitores para que me ponga celoso y me pase el día matándome en la cinta de correr”.

Armando agradece el interés de su mujer y entiende que “debe de ser pesado fingir de esta manera”. Explica que, cuando regresa a casa por la tarde, “María y el actor están en la habitación haciendo como que copulan. Se nota que él es un profesional pero ella, la pobre, grita de una manera que no es creíble, como si estuviera en una película pornográfica”. Consiguió descubrir todo el engaño cuando abrió la puerta de la habitación “y les vi allí desnudos, uno encima del otro. Me supo mal y les dije: ‘dejadlo ya, que sé que no va en serio’. Y me dieron la razón, admitieron que no iba en serio”, afirma orgulloso.

Aunque ya casi se ha acostumbrado a vivir en la mentira, Armando acudirá a la justicia porque cree que toda esta artimaña es inmoral. “Iré al Tribunal de Estrasburgo, que creo que es el que lleva lo de los gimnasios”, dice con el tono de voz muy alto para que le oigan los actores. “Ni se inmutan, ¿lo ves? Son actores de método”, sentencia.

Cafetería del gimnasio DIR de Diagonal.

– Ensalada liofilizada bifidonucleótica.
– Proteínas A, B, XVIII, 3’17890, ZHOREILE.
– Agua con enilodorecubulinoctinas.
– Grasa light.

Total: 56 €.

http://www.elmundotoday.com/2009/09/llenan-los-gimnasios-de-actores/

Los médicos se limitarán a ayudar al paciente a buscar respuestas en Google

Desde hoy mismo, 2 de enero, los médicos del Sistema Nacional de Salud (SNS) estarán obligados a ayudar a los pacientes que atiendan en consulta a buscar información sobre sus dolencias en Internet. De este modo, tendrán que solicitar consejos en foros, pedir recomendaciones sobre tratamientos a otros internautas y, dado el caso, adquirir de su bolsillo los medicamentos y el instrumental médico indicados en subastas online o páginas extranjeras de compraventa.

El facultativo deberá preguntar al paciente qué le ocurre y ayudarle a introducir los síntomas en Google, escribiendo en el buscador cosas como por ejemplo “sarpullido raro tratamientos”, “gran bulto axila voy a morirme” o “fuerte dolor en el pecho lado izquierdo”. Los médicos, aunque sepan qué puede estar ocurriéndole al paciente, deberán limitarse a enseñarle cómo utilizar sus síntomas para encontrar respuestas rápidas y eficientes en la red.

Los hospitales lamentan tener que robar WiFi de los bares cercanos

Así, si un paciente confirma una angina de pecho al introducir los criterios de búsqueda “fuerte dolor pecho creo que es infarto”, el médico deberá sugerirle que busque la cadena de palabras “creo que tengo infarto que hacer es pregunta”. Si se considera muy urgente el caso, el médico recomendará introducir en la cajetilla de búsqueda la misma frase pero usando las mayúsculas: “CREO QUE TENGO INFARTO QUE HACER ES PREGUNTA”.

En última instancia, el especialista podrá sugerir al paciente que busque “llamar ambulancia qué número es” e incluso “testamento barato madrid”.

“Buscamos pacientes más autónomos y con mayor capacidad de respuesta”

El cambio en la forma de atender al paciente se debe a la entrada en vigor este año de un decreto aprobado por el Gobierno el pasado mes de agosto y que tiene como objetivo reducir la carga laboral de los trabajadores de la sanidad pública. “Estamos dotando de competencias en nuevas tecnologías a todos los pacientes del sistema de salud. Siempre se dice que no hay que darle pescado a un hombre sino enseñarle a pescar y eso es lo que estamos haciendo: dotar al paciente de una mayor autonomía de cara al futuro”, se defendía ayer la ministra Ana Mato ante quienes criticaban que el decreto podría empeorar el futuro de la sanidad.

“En YouTube hay vídeos de gente que muestra en la webcam cómo operarse de una apendicitis. Esas herramientas están ahí y es absurdo darles la espalda”, sentenció Mato.

Sin embargo, esta misma mañana ya ha podido comprobarse en algunos ambulatorios que la medida, lejos de aligerar la carga de cada consulta, está entorpeciendo la asistencia. En un alto porcentaje de casos, los pacientes llegan a un hilo de Enfemenino.com en el que se aconseja “PERO VES AL MÉDICO MUJER Y DINOS SI MEJORas!!!”, lo que produce que el paciente salga de la consulta del médico para volver a entrar, buscando de nuevo una solución en la red y encontrando el mismo consejo, entrando así en un bucle infinito.

Los hospitales lamentan tener que robar WiFi de los bares cercanos

http://www.elmundotoday.com/2013/01/los-medicos-se-limitaran-a-ayudar-al-paciente-a-buscar-respuestas-en-google/

Más historiadores que ingenieros

Recupero esta entrada porque los últimos días me vuelvo a encontrar con casos de este tipo donde gente que sale a miles todos los años de carreras como Arquitectura o Económicas, al no encontrar de lo suyo se meten a dar clases de Matemáticas en institutos. Y muchos de ellos, además de evitar los Bachilleratos a toda costa, cuando les toca dar uno acaban recibiendo clases particulares por las tardes para ir por delante de sus alumnos. Lamentable. Recuerdo, además, que Matemáticas es una carrera en la que no salen ni siquiera 700 matemáticos al año en España, ya que, incluso habiendo bajado los niveles, sigue siendo de las carreras más duras que hay.

El actual desajuste entre la oferta y la demanda en algunas titulaciones ha llevado a los expertos a cuestionarse si en época de crisis España se puede permitir formar, por ejemplo, más historiadores que ingenieros, u ofertar casi el mismo número de carreras en todas las universidades.

«No es un problema de exceso de número de universidades sino más bien de la oferta de titulaciones con poca demanda en muchas de ellas», explica el director de investigación del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE)-BBVA, Francisco Pérez, autor del informe ‘Universidad, universitarios y productividad’.

Su opinión es compartida por buena parte de la comunidad educativa, incluido el propio ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, que alertó el pasado noviembre, durante la entrega de los Premios Emprendedores de la Fundación Everis, del «desajuste» que se da en la sociedad a causa de que el 50% de la oferta educativa, como en el curso 2012-13, está protagonizada por las áreas sociales y jurídicas.

«No hay ninguna sociedad que necesite» tanta gente preparada en esas áreas y que en cambio haya «escasez» en otras, afirmó el ministro.

Según datos del Ministerio de Educación, en el curso 2011-12 se matricularon 644.912 alumnos en universidades públicas y privadas en primero y segundo ciclo y, de ellos, 324.923 habían elegido Ciencias Sociales y Jurídicas, 177.348 Enseñanzas técnicas, 53.066 Humanidades, 50.937 Ciencias de la Salud y 38.638 Ciencias experimentales.

Y en cuanto a las 824.741 matrículas de Grado, 390.780 correspondieron a Ciencias Sociales y Jurídicas, 150.293 a Ingeniería y Arquitectura, 143.200 a Ciencias de la Salud, 92.188 a Artes y Humanidades y 42.280 a Ciencias.

‘Flexibilidad’ entre los profesores

Pérez, que es catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia, considera que «lo deseable sería que las universidades reaccionaran ante los excesos de oferta permanente reduciendo titulaciones», un objetivo que pasaría por «la flexibilidad» entre los profesores.

«La superespecialización docente puede estar justificada cuando va acompañada de una actividad investigadora muy intensa», apunta Pérez, que destaca que en las universidades privadas los profesores son más flexibles o tienen contratos que no son de dedicación exclusiva como en las públicas y están dispuestos a dar clases sobre más tipo de materias.

Aunque el estudio IVIE-BBVA es de 2010, este experto cree que las cosas no han cambiado mucho a pesar de que las universidades estén adaptándose a los nuevos grados y la crisis presiona para evitar las titulaciones muy pequeñas.

Sobre el peligro de pensar solo en la salida laboral de cada titulación a la hora de restringirlas, Pérez recuerda que la actividad que puede desarrollar un abogado, un economista o un ingeniero es «muy variada» después de sus estudios.

Otra cuestión importante es, según Francisco Pérez, que cuando a los universitarios se les pregunta por qué estudian lo que han elegido contestan que por vocación y no por una razón laboral. Por ello cree que a los alumnos se les debe dar una información completa antes de que decidan qué estudiar, y que las universidades hagan estudios de mercado sobre demandas de titulaciones y la posterior reinserción laboral de los titulados.

Para la secretaria general de la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de las Universidades Públicas (Creup), Inés Sánchez, el desajuste entre carreras y salidas laborales es «un tema complicado».

«Depende de lo que se entienda por universidad, si se ve sólo como un sitio para formar gente que luego se emplee o como una labor más profunda que ayuda a la persona a formarse en todo tipo de aspectos», ha reflexionado Sánchez, quien ha reconocido que «es obvio» que a lo mejor el país no necesita mil historiadores y sí mil ingenieros.

«Mucho ojo con basar todo en optimizar recursos porque al final acaban diciendo que hay que cerrar carreras y campus e igual ese no es el problema», ha concluido.

Por su parte, el director del informe ‘La universidad española en cifras 2010’, Juan Hernández Armenteros, que está preparando el siguiente estudio, ha recordado que hace tres cursos un 42% de las enseñanzas ofertadas tuvieron menos de 50 alumnos de nuevo ingreso, cifras que cree que no han variado demasiado.

Y el secretario general de la Federación Nacional de Asociaciones de Catedráticos de Universidad (FACU), Jesús Esteban, ha dicho que, igual que se revisa el número de aeropuertos, hay que evaluar la eficiencia de la cantidad de universidades y titulaciones.

Cuando Esteban empezó a estudiar era «en Madrid o no estudiabas», y cree que ahora se ha pasado al otro extremo, por lo que pide que se controle ese exceso pero sin olvidar el derecho a la educación de todos los ciudadanos y que un país no puede dejar que una inteligencia se pierda.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/01/espana/1357039247.html

La RAE reconoce su 'derrota' contra los acentos de 'sólo' y el demostrativo 'éste'

El miembro de la Real Academia Española (RAE) Salvador Gutiérrez ha reconocido hoy que el seguimiento de los «consejos» de la última edición de la Ortografía de la RAE ha sido desigual, ya que, dos años después de su publicación, aún se acentúan palabras como «solo» y «este», pese a lo recomendado.

En la última edición de la Ortografía se emitieron una serie de «propuestas normativas», que de no aplicarlas constituían una falta de ortografía, y otras, que eran «consejos», no reglas.

Si se toma como ejemplo la prensa y los libros de texto, se aprecia que las «propuestas normativas» de acentuar mayúsculas, signos de puntuación, etcétera, sí se están aplicando de forma generalizada, ha explicado en una entrevista con Efe el académico.

Sin embargo, «consejos» como los de suprimir la tilde diacrítica en el adverbio «solo» o en los pronombres demostrativos, «hay autores que lo siguen y otros no»; es más, hay quienes «exigen» continuar con la costumbre de poner el acento, ha indicado Gutiérrez Ordóñez con motivo de la conferencia que imparte hoy en León.

Salvador ha matizado que los que desoyen estas últimas recomendaciones no están faltando a la regla, ya que se trataba de «aconsejar» y explicar con criterios científicos por qué no se debían acentuar.

Además, ha apuntado que «en la ortografía no hay que adaptar posturas contundentes, sino tratar de reorientar los usos».

En total han sido más de 100.000 ejemplares los que se han vendido solo en España de esta Ortografía, que salió en diciembre de 2010 a la venta, una publicación de 800 páginas y que fue elaborada por las 22 Academias de la Lengua Española.

Buen comportamiento

Gutiérrez, nacido en Taballes, concejo de Bimenes (Asturias) en 1948, miembro del Consejo Asesor de la Fundación del Español Urgente y catedrático de Lingüística General de la Universidad de León, dirige el Departamento de Español al Día de la RAE, así como su servicio de consultas, desde donde se emiten alrededor de un centenar de consejos diarios por escrito.

«Es un departamento ejemplar, que usan los usuarios de una forma más o menos constante», y sobre el que se está estudiando la posibilidad de darle un impulso de forma que las consultas se hagan de forma «más rápida», tal como exige la sociedad actual.

Además, se ha referido a otros proyectos puestos en marcha en la RAE, como la nueva edición del Diccionario de la Lengua Española, que se prevé que esté lista en 2014 y que «se está preparando con mucho esmero; con un formato nuevo y que puede ser una obra de referencia».

En este nuevo diccionario entrarán términos como tuitero y tuitear, entre otros.

Preguntado sobre el impacto que han tenido las redes sociales a la hora de introducir nuevos términos, ha explicado que este ha sido importante pero no ha supuesto mayor impacto que el que haya podido tener en otros ámbitos como la ciencia.

Gutiérrez impartirá esta noche una conferencia en León con motivo de la inauguración de un ciclo divulgativo de la ciencia, organizado por la Universidad de León con el fin de difundir los trabajos de la Facultad de Filosofía y Letras.

En su intervención hablará de proyectos de la RAE, entre ellos, el Diccionario Histórico de la Lengua Española, que se gesta desde antes de la Guerra Civil. Se trata, según el académico, de un proyecto largo, «con más de 20 años de perspectiva», que exige muchísimo estudio y preparación y que tiene mucha importancia, además porque está concebido como un diccionario digital, en el que el orden alfabético no tiene importancia.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/09/cultura/1357735373.html

Hace años que no soy muy fan de Iñaki Gabilondo, pero en este caso da en la diana:

Comentario en un foro:

«Por qué digo esto? Tengo la experiencia en mi empresa, no sólo con extranjeros sino con españoles también por supuesto, que la gente no tiene ni puta idea de nada. Están tan acostumbrados en trabajar con ciertos programas, muchas veces comerciales, que en cuanto tienen que discurrir un poco, pensar como ingenieros de verdad, se bloquean y empiezan a decir y cometer sandeces y esperpentos técnicos.

El ingeniero de verdad, el que ha chapado como un cabrón física y matemáticas, que ha tenido que esforzarse en comprender como funciona el mundo que nos rodea, los fenómenos físicos, cuando se enfrenta a un problema de verdad lo que hace no es directamente enchufarlo al programita de marras en cuestión, sino cogerse papel y lápiz, hacerse unas cuentas y unos dibujos rápidos, y entonces plantear una solución en condiciones y servirse de la máquina para agilizar el cálculo, no para que la máquina se lo solucione

«Los niños tienen que aprender inglés y matemáticas, todo lo demás es secundario»

Jesús Fernández-Villaverde (1972), doctor en Economía, licenciado en Derecho, profesor en la Universidad de Pensilvania, miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) y premio «Fundación Banco Herrero», es experto en mercado de trabajo y política fiscal. Nacido en Madrid, se considera asturiano y más en concreto lenense, ya que toda su familia es oriunda de Pola de Lena. Desde Estados Unidos sigue el día a día de la crisis española y europea, y su última intervención pública en Madrid, el pasado mes de septiembre, levantó una auténtica polvareda por sus duras críticas a los políticos, al sistema educativo, al mundo financiero y sus órganos de control y, en definitiva, a una estructura de país a la que, en su opinión, habría que darle la vuelta, ponerla del revés, para iniciar la senda del crecimiento sostenido.-En su última conferencia en Madrid, algunos de los asistentes salieron con la impresión de que en España todo está mal. ¿Nada ni nadie se salvan?
No era mi intención transmitir esa idea. En la conferencia enfaticé que España tiene muchas fortalezas, empezando por un sector empresarial avanzado y competitivo (Inditex, Santander, Telefónica…) y una clara integración internacional. A la vez, España ha sufrido un deterioro institucional muy grave en la última década y la selección de élites ha sido nefasta.
-Usted acusó a los gobiernos, al socialista y al actual del PP, de hacer sólo cambios cosméticos, pero no profundos, estructurales. Sin embargo, España y los españoles están sufriendo profundamente.
Efectivamente, se están confundiendo recortes con reformas. Son dos cosas muy distintas. Recortar sin reformar genera mucho malestar social sin que sea particularmente fructífero en el medio plazo, más allá de ayudar a que el Estado tenga unas cuentas públicas algo más saneadas. Hay que pedir esfuerzos, pero estos tienen que tener un sentido y un objetivo claros. Ni este Gobierno ni el anterior, que en esto, monta tanto, tanto monta, han tenido el coraje o la capacidad de ver que las cosas se tienen que empezar a hacer de una manera muy distinta.
-Pero se bajan los sueldos, suben los precios y los impuestos, hay recortes en el bienestar social… ¿España va a ser un país muy pobre cuando acabe esta crisis?
En 2008 nos comíamos en España como un 10% más de lo que producíamos; ese 10% era el crédito que nos daba el resto del mundo. Ahora no sólo no nos dan ese 10% sino que tenemos que devolver el aproximadamente 90% de deuda externa neta que acumulamos durante la década pasada. Eso supone que, nos guste o no, todos tenemos que consumir menos y ahorrar más. No es que seamos más pobres, es que la realidad ha llamado a la puerta.
-El sistema financiero, el educativo, la demografía, las instituciones… Según su teoría, todo es un fracaso. Imagine que le piden participar en el Gobierno. Haga, por favor, una agenda de trabajo. ¿Por dónde empezaría?
Bueno, como nadie me va a pedir nunca participar en un Gobierno, me siento con libertad de lanzar ideas más radicales, pero a la vez me llevaría un libro entero detallar todas las medidas, así que me voy a concentrar en lo más importante: la reforma educativa. Los niños españoles tienen que aprender dos cosas: matemáticas e inglés. Todo lo demás es secundario. Las matemáticas, porque son el instrumento básico en un mundo que cada vez premia más la capacidad analítica. Un estudiante con la cabeza bien ordenada gracias a las matemáticas puede aprender cualquier cosa bien rápido. El inglés, porque nos guste o no, es la lengua dominante del mundo y casi todo lo importante en este planeta se escribe en ese idioma. En esta reforma educativa, por tanto, la Educación para la Ciudadanía, o el último nombre tonto que se le haya ocurrido al ministro de turno, o las discusiones de si se da o no Religión, o si la lengua vehicular es una o la otra son distracciones infantiles.
-Usted también cargó contra la Universidad.
También precisa de un cambio radical. Que los rectores sean elegidos por votación de profesores, estudiantes y personal es algo tan absurdo que resulta difícil de creer. Hay que cambiar la gobernanza interna de la Universidad de manera casi total e introducir objetivos de excelencia y una autonomía real basada en la competición entre instituciones.
-Con los mimbres que hay, ¿a qué se tiene que dedicar España en el futuro? ¿Qué tipo de país será?
España es un excelente sitio para los servicios a empresas: buen clima, buena colocación geográfica, un idioma importante a nivel mundial. Es un área donde se podrían crear millones de empleos bien remunerados. Pero los servicios sólo funcionan con un alto nivel de capital humano y de profesionalización. Y en eso fallamos de manera clara: no sólo tenemos mal capital humano, sino que no se aprecia el «profesionalismo». Y eso no es culpa de los políticos o de las listas electorales cerradas: cualquiera que haya comparado cómo se hacen las cosas, de media, en España y en otros países llega a la triste conclusión de que no sólo somos bastante chapuzas, sino que existe una cultura de no aceptar responsabilidades. En España nunca dice nadie «la culpa es mía», y encima cuando se lo haces notar, la gente responde enfadándose.
-Otro problema son esas personas que se han quedado en el paro con 45 y 50 años, que difícilmente van a encontrar otro trabajo.
Sí, es un problema de primera magnitud, pues es realmente muy difícil reciclarles. Pero al final del día, la mejor herramienta es de nuevo recuperar el crecimiento económico. Primero, porque cuando un país crece se crean muchos empleos, incluso para la gente más mayor. Segundo, porque si España crece, recaudaremos lo suficiente en impuestos como para mantener una red de ayuda social a estos grupos que, hoy por hoy, no nos podemos permitir.
-Se ha modificado el sistema de pensiones, pero se extiende el temor de que los que ahora tienen más de 40 años van a ser mayores pobres, algunos muy pobres. ¿Se le ocurre alguna solución?
En el corto y medio plazo, poco más que asumir que habrá que continuar subiendo la edad de jubilación, de derecho y efectiva, y reduciendo la tasa de reemplazo de la pensión sobre el salario. La demografía es muy tozuda, y en el caso de España, muy negativa. Por cierto, esto es algo que se entiende muy mal. Muchas veces se argumenta que existe mucha incertidumbre hacia el futuro y que la demografía cambia más de lo previsto, como ocurrió en España con el «boom» de la inmigración. Este argumento es una falacia.
-¿Por qué?
Por dos motivos. El primero, porque el «boom» de la inmigración no mejoró en especial la situación a largo plazo del sistema. Sí, los inmigrantes cotizan hoy, pero hay que pagarles la pensión mañana y ya que se acumulan en la parte más baja de la distribución de renta, no es claro que sean contribuyentes netos al Estado del bienestar si uno cuenta toda su vida. El segundo motivo es que la existencia de incertidumbre obliga a ser más cautos. Sí, las cosas pueden ir mejor de lo previsto, pero también pueden ir mucho peor, y uno tiene que tener más cuidado con los malos escenarios.
-Los salarios se ajustan a la baja y las estadísticas indican que España es, de los países ricos, uno de los que tienen costes laborales más bajos. ¿Al final, vamos a competir o estamos compitiendo ya en salarios con los países emergentes? ¿Es así como se gana productividad y competitividad?
Como decía antes, en cierta medida en 2008 nos estábamos dando una fiesta que no se justificaba, con lo cual buena parte del ajuste es volver a la realidad. España ya está en superávit de cuenta corriente desde hace varios meses. No creo que tengamos un problema de competitividad particularmente grave, aunque podríamos estar haciéndolo mejor.
-La reforma del sistema financiero está impidiendo que fluya el crédito. ¿Es porque está siendo muy lenta, desacertada, escasa…?
Ha sido desesperadamente lenta y va a salir mucho más cara de lo necesario, pero, tristemente, ya hay poco que se pueda hacer al respecto: es un barco que ya ha salido de puerto. Cuando uno tiene una crisis financiera, lo primero que tiene que hacer es reconocerlo y afrontarlo cuanto antes. La reforma se tuvo que haber efectuado en 2009, no en 2012. Además, hay que diseñarla con el mínimo coste posible para el contribuyente. La venta del Banco de Valencia, por ejemplo, es algo muy misterioso que no he conseguido que nadie me explique muy bien. La clave es liquidar todos aquellos bancos que no sean sistémicos, no fusionarlos como hicimos nosotros.
-Plantea la necesidad de un Banco de España independiente y con un gobernador independiente, cuando aquí se está peleando por acelerar la unión bancaria y fiscal en Europa. ¿Qué papel jugará cada uno?
Un gobernador independiente es lo que España necesita para ganar credibilidad en Europa y así poder jugar un buen papel en esa unión.
-¿Cree que es posible esa unidad bancaria y fiscal en Europa?
Es difícil, pues al final es un problema del dinero que se va a transferir de un sitio a otro. A la gente no le molesta en exceso transferir renta de Madrid a Badajoz, pero sí que le molesta mucho transferir renta de Madrid a Sicilia. Lo mismo les pasa a los alemanes o a los holandeses. Y esto es un obstáculo de primera magnitud para que este invento funcione en el largo plazo.
-Merkel no goza de mucha simpatía en el sur de Europa. ¿Tiene ella culpa de lo que sufren España, Italia y Grecia? ¿Debería levantar un poco la mano, hacer alguna concesión?
No, la culpa la tenemos nosotros solitos. Nosotros fuimos los que acumulamos un 90% de deuda externa; los que en 2008 negamos la crisis y luego nos dedicamos a pensar que se podía salir de ella a golpe de gasto público; los que nombramos a Rodrigo Rato presidente de Bankia pese a que carecía de experiencia en el negocio bancario; los que pensamos que las cajas de ahorros eran cortijos para colocar a los amigos… y no hablo sólo del PSOE o el PP, porque IU participó con alegría en el chiringuito, por mucho que ahora vayan de mártires y de defensores del pueblo -el que tenga duda que ponga «Moral Santín Caja Madrid» en Google-. Nosotros fuimos los que nunca pedimos a los políticos el tener una CNMV independiente y los que creamos un sistema de comunidades autónomas con unos incentivos perversos. Y Alemania es la que ha permitido que el BCE nos haya refinanciado varios cientos de miles de millones de euros, algo que parece que la gente no entiende muy bien. Alemania podría haber gestionado esta crisis mejor, pero echarle las culpas a Merkel de lo que nos pasa es más propio de Bart Simpson que de un adulto.
-La inflexibilidad de Merkel ¿no tiene mucho que ver con las elecciones en Alemania?
El votante de Baviera se pregunta, con razón, por qué tiene que pagar el pato de unos españoles que se han dado una fiesta mientras él ahorraba y se sacrificaba. Además, el votante de Baviera ve, pongamos, al presidente de Extremadura que sólo busca excusas para no recortar gastos -ahí está la paga extra de los funcionarios- y se dice: «Si a estos les doy un euro más, ya verás en qué se lo gastan». Y, tristemente, algo de razón no le falta. Pero sí, después de las elecciones, Merkel tendrá más margen de maniobra.
-Hay una teoría que defiende que el resto de Europa ayudó en varias ocasiones a Alemania y que fue la principal beneficiada del cambio al euro, de los tipos de interés bajos?
¡En Alemania piensan al revés! ¡Que ellos hubieran estado mejor sin euro! Y los tipos de interés bajos es un problema mundial, no de Alemania, el euro o el BCE.
-A usted tampoco le gusta la estructura institucional de España y denuncia que lo único que importa en los partidos políticos y las organizaciones es la lealtad a los jefes. Bueno, eso ocurre en todas partes, ¿no?
En todos los sitios hay problemas, pero una cosa es que la presidenta de la SEC americana (el equivalente de nuestra CNMV) sea amiga de los demócratas y otra cosa muy distinta es colocar a Elvira Rodríguez, que obviamente carece de la capacidad profesional o de la independencia política para ser la presidenta de la CNMV para pagarle los servicios prestados y para asegurar que la CNMV está bien calladita durante los próximos cuatro años. En el Reino Unido acaban de nombrar a un canadiense gobernador del Banco de Inglaterra. ¿Se imagina usted a un presidente español nombrando a un chileno gobernador del Banco de España? ¿Y alguien le conoce algún mérito a Ana Botella para ser alcaldesa de Madrid excepto el sacramento del santo matrimonio con un ex presidente del Gobierno? Y no es por enseñarme con el PP. Los ejemplos en el PSOE son igual de malos, nombres como Bibiana Aído serán difíciles de emular en la historia del despropósito. No hay sistemas perfectos, pero es que en España nos hemos pasado de la línea muchos metros.
-¿Le gusta más el modelo norteamericano?
No creo haber dicho eso nunca. Hay cosas de EE UU que están muy bien y otras que están muy mal. En EE UU la Universidad funciona, en general, fenomenal. La Educación Primaria y Secundaria es un desastre. La gestión municipal en ciertas ciudades, como Lower Merion, donde yo vivo, es eficiente y apolítica. La gestión municipal en Filadelfia, donde está mi Universidad, es un desastre, ineficiente, politizada y corrupta. Lo que yo he defendido es que copiemos aquellas cosas que funcionan bien. Déjeme que exponga un caso. Cuando la restauración Meiji en el Japón del siglo XIX, los japoneses hicieron el esfuerzo de identificar el mejor ejemplo de cada institución en Europa: la Marina se la copiaron a los británicos, pero el Ejército de tierra, a los alemanes. El que a un japonés le gustase más la Royal Navy británica que la Marine Nationale francesa no implicaba que uno fuera un partidario del modelo anglosajón. Era simplemente usar el sentido común.
-El Estado del bienestar de los países europeos no existe en otros lugares, pero algunas voces afirman que se quiere abandonar para avanzar hacia el modelo americano. ¿Cree que es así?
No. Suecia es probablemente un mejor modelo para España: un país pequeño, bien integrado en la economía mundial, muy próspero y con un Estado del bienestar bien diseñado. El año pasado organicé una conferencia en Madrid sobre reformas presupuestarias en España. Invité a un economista sueco, no a un americano.
-¿Qué opina del deseo de Cataluña de independizarse de España?
Me parece una huida hacia adelante de una élite de CiU que tiene serios problemas con sus presupuestos -básicamente, su Administración actual no es sostenible- y con la justicia por unas tramas de corrupción que son mucho más profundas de lo que nadie se pensaba.
-¿Usted cree que España saldrá de la crisis en 2014?
Depende de cómo definamos salir de la crisis. Probablemente, el PIB deje de caer y de destruirse empleo. Pero no creo que vaya a haber recuperación fuerte. Espero, sinceramente, estar equivocado.
-¿Cómo ve el futuro de España?
Mal, a menos que cambiemos pronto. No veo una crisis súbita con colapso: veo más bien una decadencia lenta pero implacable que nos aleje de los países más avanzados y obligue a nuestra juventud a emigrar.
-¿Y Asturias? ¿Debería avanzar hacia la especialización de su sistema productivo? ¿En qué debería la región volcar sus esfuerzos?
De nuevo, el sistema educativo y crear un marco adecuado para los negocios es la clave. Yo confío en que el mercado sabrá encontrar la dirección adecuada si las administraciones públicas crean las condiciones.
-¿La recuperación económica de Asturias dependerá de España y de la evolución de la economía mundial o podemos aspirar a buscar además otras salidas?
Asturias es una región pequeña que depende mucho de España y al final si España va mal, Asturias no puede ir mucho mejor. Dicho esto, Asturias sí que tiene margen para hacer las cosas bien y, por poner sólo un número, crecer un 0,5 por ciento por encima de España. Ése debería ser el objetivo del Gobierno y de la sociedad civil del Principado: crecer un poco más que la media del país. No se pueden hacer milagros, pero sí que se pueden aprovechar las cosas.
-¿Cómo?
El Estatuto nos da instrumentos de sobra para crear una región mucho más competitiva. Eso sí, es un trabajo duro del día a día que no consiste en inaugurar autopistas, pero que sí supone enfrentarse a muchos intereses creados. Asturias tiene problemas muy profundos y siempre he pensado que la Administración, los partidos y la sociedad civil deberían sentarse y, antes de nada, concienciarse de que esto es así y que debemos cambiar. Una ventaja de ser sólo un millón de personas es que es más fácil entenderse, porque todo el mundo al final se conoce, pero sufrimos de unas divisiones que vienen de muy lejos y que han dificultado siempre esa labor. Otros países y otras regiones han salido de crisis peores en los últimos años y ninguna de estas áreas disfrutaban de nada especial, excepto de la voluntad social de hacer las cosas.
-¿Algún mensaje positivo?
Las cosas están mal, pero se pueden cambiar si uno tiene la entereza de reconocer los problemas y la fortaleza de aceptar los cambios.

http://www.lne.es/asturama/2013/01/09/ninos-aprender-ingles-matematicas-secundario/1351681.html?utm_medium=rss

No disparen al funcionario

Reproduzco a continuación el editorial del semanario «El Jueves, la revista que sale los miércoles» publicado en el nº 1817 de esta semana, dedicado a los trabajadores públicos. Para una vez que alguien nos defiende, no puedo dejar de reproducirlo y darle difusión. Amigos: ¡Comprad el jueves!
Los funcionarios son esos señores y señoras que un buen día aprobaron una oposición en busca de un empleo estable. Su sueldo era seguro, pero escasito. Es más, cuando estalló ese tsunami de falsa prosperidad y este país se llenó de nuevos ricos, su sueldo, en comparación, era claramente una puta mierda. No obstante, la gran ventaja que tenían (esto lo valoran ahora) era que nadie se metía con ellos: en todo caso, si alguien les señalaba, era para compadecerse de su pobreza.
– Mira ese pringao: veinte años en la Administración , y gana al mes la cuarta parte de lo que yo saco en mi empresa sólo en horas extras.
Pero un día la crisis estalló y España, que estaba a punto de adelantar a Francia, según ZP, luego de haber pasado a Italia, empezó a irse al carajo. Resulta que la economía de este país se había basado casi única y exclusivamente en una burbuja inmobiliaria que nadie quiso pinchar a tiempo, y, cuando explotó, lanzó de golpe contra las oficinas del INEM a tres millones de parados. La recaudación fiscal cayó en picado y, como al mismo tiempo aquí se había despilfarrado en obras absurdas lo que no está escrito, corrupciones aparte, la deuda y el déficit se dispararon, se empezó a hablar de quiebra y el gentío volvió la cabeza hacia los culpables de tanta ruina: los jodidos funcionarios, que cada mes se llevan a casa su sueldo calentito, un sueldo que ahora, en comparación con tanto «ni-mileurista» como hay, es muy apetecible.
«¡Es que la partida destinada al pago de las nóminas de los empleados públicos no deja de crecer!», protesta el gentío. Y lleva razón: tanto en la Administración Central , como en la Autonómica y la Local , cada día hay más gente colocada a dedo y más asesores. Los funcionarios de carrera, o sea, por oposición, no crecen porque sus bajas ya no se cubren, pero cada vez hay más enchufados.
Los gobernantes lo tienen muy fácil a la hora de estrangular a los funcionarios: el gentío ha sentenciado que hay que ir a por ellos. El gentío no distingue entre el burócrata que no da un palo al agua en su negociado (¿para qué estará la inspección, oyes?) y el médico que no da abasto en urgencias, y los dos son funcionarios. Por eso los empleados públicos lo van a pasar francamente mal en lo que queda de crisis. ¡Les van a recortar hasta la calderilla!
– A ver, usted que tenía diez trienios, a veinte euros el trienio, va a pasar a tener cinco, a diez euros la unidad.
– ¿Lo qué?
– Es que Bruselas nos ha dicho que a partir de ahora cada trienio tenga seis años. ¡Todo sea por rebajar el déficit, hombre, no ponga esa cara!
Si por el gentío fuera, incluso habría que fusilar a muchos funcionarios al amanecer, así nos ahorraríamos hasta sus futuras pensiones. Pero tampoco hay que pasarse. A no ser que el déficit se resista, claro.
(Editorial publicado en «El Jueves» del 21 de Marzo de 2012.)

«Si vivimos mejor, no es por la democracia, sino por la ciencia»

José Manuel Sánchez Ron es un hombre canoso pero con aspecto de subir los escalones de dos en dos. «Sin energía no hay nada», dice para comenzar la entrevista, como primer enunciado o titular. Ha publicado «Energía. Historia del progreso y del desarrollo de la humanidad» (Lunwerg). Un volumen amplio y profusamente ilustrado, donde explica cómo se construyeron las grandes pirámides, y no sólo por qué; la importancia que tuvieron los molinos de viento, más allá de las aventuras de Don Quijote, o lo fundamental que ha sido para el mundo la invención de la pila eléctrica, que apareció en 1800. Un recorrido por la historia de la ciencia y la tecnología, que siempre ha sido una historia ignorada, ninguneada.

-El desarrollo de la humanidad, sin la ciencia, no se entiende, pero, al mismo tiempo, se suprime en los libros.

-Es uno de los puntos que intento aclarar. Cuando miro la mayor parte de los libros de historia, descubro que predomina la historia política en todas sus manifestaciones. En ocasiones se han introducido consideraciones económicas. Pero el conocimiento científico escasea o no tiene presencia en esa historia general, como si la ciencia y la tecnología solamente creara divertimentos, algo que de vez en cuando produjera curiosidades. Pero esa carencia únicamente significa que no se entiende nada, porque hay que resaltar la centralidad de la energía en el desarrollo de las sociedades. La historia de la humanidad es una historia de la energía. Sin energía no hay nada, no hay historia. Es una limitación.

-Algunos de los grandes cambios provienen precisamente de este conocimiento.

Sin la ciencia no se comprende la historia. Cada vez somos más conscientes. No serlo es una manifestación de ignorancia. El 31 de diciembre de 1999, no acababa el siglo, pero la revista «Time» dedicó su portada al personaje de los últimos cien años. Era Albert Einstein. En la editorial se explicaba cómo deberíamos ver la centuria pasada. ¿Cómo la extensión de los derechos civiles? ¿Por la época de las dos guerras mundiales? ¿Por nuestra Guerra Civil? No. El siglo XX será recordado por la ciencia. Si vivimos más y mejor, y tenemos más energía, no es por la extensión de los derechos civiles y la democracia, es por la ciencia y la tecnología.

-Hemos dejado la época de las humanidades para adentrarnos en un periodo científico.

-No debería ser así. Pero sólo hay que acudir a una librería, leer las noticias o escuchar las discusiones que existen respecto a temas tecnológicos y científicos, y ver que es algo menor. El conocimiento, salvo en los profesionales de estas ramas, es mínimo. Pero, sin embargo, nuestras vidas están empapadas de ciencia y tecnología. Sólo hay que detenerse a mirar los artilugios que nos rodean. Nuestro mundo es científico y tecnológico, aunque las materias que representan su estudio están infravaloradas frente a otras. Se reclama mayor presencia de las lenguas clásicas, como el latín y el griego. Y yo conozco bien la deuda que la humanidad y la cultura tienen contraída con esas lenguas, pero en la actualidad es más importante para los niños y los jóvenes tener una amplia base de física, matemáticas, química o biología y, por supuesto, de lengua española y de inglés. Lo otro también es importante, pero no en la práctica.

-La educación es el problema…

-Cuando se habla del problema de que la ciencia no forma parte de la cultura, es porque la cultura es un producto de la educación media, de la educación secundaria y de lo que leemos. Es un conocimiento que hay que inculcar en la sociedad a través de la enseñanza obligatoria, de igual manera que existen colegios bilingües. Entiendo las emociones que despierta «El Quijote». Es normal porque habla de los sentimientos, pero no existe, a la vez, ninguna excusa para que se tenga conciencia de que hay que proporcionar a los jóvenes una buena educación en matemáticas, química, física y biología.

-La filosofía y la ciencia tienen ahora puntos en común. Volvemos a una reconciliación de las humanidades con la ciencia.

-No recuerdo quién dijo en un momento: «Se dice que ahora existen menos filósofos. No es cierto. Es que en este momento se llaman Albert Einstein, Werner Heisenberg…». La filosofía hoy es más importante por las preguntas que plantea que por las respuestas que da. Las nuevas preguntas surgen del desarrollo científico, como en la investigación molecular. No estoy diciendo que las decisiones que tomemos estén determinadas por las posibilidades científicas. La ciencia es un instrumento que hemos desarrollado para ser más libres de los mitos, pero luego está nuestra decisión para poner límites a la aplicación de esos conocimientos.

-¿Los prejuicios están limitando la ciencia?

-La ciencia quiere decir los científicos. Y los científicos existen y han existido, algunos de ellos verdaderamente eminentes, con los mismos prejuicios que otras personas respecto al sexo o la religión. No es tan sencillo. La ciencia nos libera de los mitos. Considero que las religiones se nutren del temor a lo desconocido, a la incertidumbre de qué ocurre cuando morimos. Sin embargo, la respuesta que nos dan son mitos que se han transmitido a lo largo de la historia y que, en algunos casos, a mí me parecen ridículos. El método científico consiste en demostrar y predecir, pero la fe se basa en principios que no puedes demostrar. Hay científicos que compartimentan ambos apartados muy bien. Hemos cambiado nuestras maneras de vivir, y, sin embargo, en nuestras emociones, sentimientos, pasiones y cuerpos seguimos siendo iguales.

-¿Cuál es la revolución científica que queda?

-Entender, si se puede y de una manera global, el cerebro. Hacerlo de una manera científica. Me interesa la capacidad de un órgano que puede pensar sobre sí mismo, que tiene conciencia de sí mismo. Conocemos más de la neurociencia, pero de una forma global. Hemos averiguado que si esta zona se activa uno adquiere habilidades musicales, de habla, de escritura… Es lo que subyace en la inteligencia artificial, aunque todavía no es lo mismo una máquina que un hombre. Es uno de los retos científicos que podemos identificar. Los problemas de la energía y la materia oscura han surgido ahora. Antes pensábamos en el universo de una manera diferente. Quién iba a pensar en las células madre hace tiempo…

-¿La energía renovable es el otro desafío de estos tiempos?

-Somos una especie profundamente egoísta y no solidaria con el futuro. Tenemos conciencia del presente, y en nosotros también interviene cierta conciencia del pasado. El conocimiento científico y el sentido común dice que el crecimiento no puede ser infinito en un sistema finito como es nuestro planeta. Y estamos derrochando demasiado. Recuerdo que una vez escribí un artículo que se llamaba «Asesinos del futuro». Creo prescisamente en eso. Creo que el problema del medio ambiente es avanzar en unas tecnologías que sean verdaderamente limpias y en consumir menos. Y lograr también que los que viven peor puedan vivir mejor, aunque no tengo demasiadas esperanzas respecto a nosotros. Hemos dominado otras especies con nuestra inteligencia, pero muchas de ellas ya están extinguidas… somos una especie muy egoísta, como he indicado…

-El Bosón de Higgs tropezó con Dios. ¿Sigue existiendo un problema entre ciencia y religión?

-La idea de Dios es una causa que nos permite explicar lo que viene después. Pero también puede convertirse en una trampa desde el racionamiento científico al creer en una causa a la cual no exigimos ninguna causa propia. El origen de todo es un misterio. Yo soy darwiniano. Considero que estamos vinculados con la vida que nos rodea, aunque algunos piensen lo contrario. Pero estamos emparentados con toda la vida. Podemos decir que somos primos lejanos de la lombriz de tierra. Hemos entendido muchas cosas desde nuestros orígenes, pero no me extraña que no entendamos de momento todo, como esa pregunta común que nos solemos hacer: ¿por qué nació el universo? Muchas personas han encontrado respuesta a su angustia y su esperanza, que son palabras relacionadas, en un Dios compasivo.

http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/611105/cultura/si-vivimos-mejor-no-es-por-la-democracia-sin

¿Por qué Socialismo? Albert Einstein

La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal. Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo — no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de producción — es decir, la capacidad productiva que es necesaria para producir bienes de consumo — puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.

Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que produce el trabajador y lo que le es pagado. Lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda, de los capitalistas, de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está determinado por el valor de su producto.

El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan a la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos.

La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso. No está garantizado que todos los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe casi siempre un «ejército de parados». El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas.

Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura. Considero esta mutilación de los individuos el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este mal.

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.

Sin embargo, es necesario recordar que una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?

Extracto y resumen de: The monthly, Nueva York, mayo de 1959

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