El cabello de Sally

Impresionante este artículo. Una obra maestra.

El cabello de Sally

Fotografía: j fletcher (CC).

Fotografía: j fletcher (CC).

El cabello es una diferenciación de la piel formada por una fibra de queratina y constituida por una raíz, hundida en la dermis, y un tallo. El análisis científico de un cabello o un pelo permite saber a qué especie pertenece y de qué región corporal se ha desprendido. Los cabellos tienen una fase de crecimiento (anágena) y una fase quiescente (telógena), dos etapas que se pueden distinguir al microscopio y que se separan por una fase intermedia llamada catágena. Durante la fase anágena, el cabello crece activamente y las células del folículo piloso depositan nuevos materiales, queratina fundamentalmente, que van formando un tallo cada vez más largo. En la fase telógena, los cabellos solo están anclados por la raíz y las células germinales que están por debajo de ella darán lugar a la próxima generación de un cabello anágeno. En esta fase de reposo, los cabellos se caen de forma habitual y son los que forman la mayor parte de las evidencias cuando un cabello llega a un tribunal de justicia. El recambio del cabello ocurre con un patrón en mosaico, una distribución al azar sin que se produzca un patrón estacional o la formación de una onda de sustitución. La vida media de un cabello o, mejor, el periodo medio de crecimiento es de unos mil días y la fase de estado quiescente de unos cien días. Por lo tanto, en un momento determinado, de los entre cien mil y ciento cincuenta mil cabellos que hay en el cuero cabelludo aproximadamente un 10% estarán en la fase telógena y bastará una mínima tracción, por ejemplo al peinarnos, para que bastantes se desprendan del folículo durmiente y se produzca la caída del cabello.

El análisis forense del cabello se utiliza porque debido a esa fácil separación pueden transferirse de una persona a otra durante un contacto violento tal como una pelea, un homicidio o una violación y, también, porque a menudo permiten asociar un sospechoso a la escena del crimen por ese rastro capilar que vamos dejando por todas partes. Las identificaciones de personas se hacen normalmente basándose en el color, el grosor y la curvatura del cabello pues contienen normalmente muy poco ADN, e incluso eso ha sido suficiente para relacionar a numerosos sospechosos con el lugar de un delito. Sin embargo, esas evidencias no siempre son sólidas y una reevaluación de casos archivados ha permitido comprobar que los peritos dieron un respaldo supuestamente científico a algunas evidencias en los tribunales que no deberían haberse producido: distintas personas fueron condenadas basándose en una muestra de cabello y luego se comprobó que eran inocentes.

En octubre de 2000, dos cazadores de patos encontraron una bolsa de plástico cerca del Gran Lago Salado, el enorme lago salino situado cerca de Salt Lake City (Utah). Dentro de la bolsa había un calcetín blanco, una camiseta extragrande, unos pocos huesos y una calavera humana con unos cabellos rubios todavía pegados. Esos cabellos, tan largos que le tenían que llegar cerca de la cintura, son los protagonistas de esta historia. La policía no pudo identificar a la víctima, no había ninguna denuncia de persona desaparecida que encajara en su descripción y le apodaron «Saltair Sally», por el nombre de un establecimiento cercano a donde aparecieron los restos. Sin más evidencias que esos pocos huesos, los forenses determinaron que medía entre 1,52 y 1,60 metros y que pesaba entre 36 y 45 kilos. Buscaron en las bases de datos de personas desaparecidas, revisaron los registros dentales, pues los odontólogos guardan copias de las intervenciones realizadas y las radiografías e hicieron retratos robot reconstruidos a partir del cráneo, pero nada dio resultado. La mujer siguió siendo identificada como Saltair Sally o Jane Doe, la nomenclatura habitual de una mujer desconocida, y el caso fue finalmente archivado.

Fotografía: Jared eberhardt (CC).

En 2007, la policía recibió información de una nueva técnica forense, la espectrometría de masas para la proporción de isótopos estables o SIRMS, revisaron los casos en que podría ser útil, dieron una oportunidad a los restos de Sally y realizaron un análisis de aquellos cabellos encontrados en la bolsa. El objetivo ya no era unir como vemos a menudo en la televisión a un sospechoso al lugar del crimen, sino saber más sobre la víctima. La queratina, el principal componente del cabello humano, es una proteína que contiene los veintiún aminoácidos existentes pero sus proporciones exactas dependen de la bioquímica del organismo y varían de persona a persona. Hidrolizando la queratina y analizando las cantidades de cada aminoácido se consiguen unas medidas que comparadas con una base de datos dan pistas sobre el sexo, la edad, el índice de masa corporal y la región de origen de la persona propietaria de esos cabellos. No es una descripción exacta sino un conjunto de probabilidades que permiten, con prudencia, restringir y afinar la búsqueda.

A su vez, y esta era la gran novedad científica, cada molécula del cuerpo está hecha de diferentes elementos químicos y, por poner un ejemplo, todos sabemos que una molécula de agua es H2O porque contiene dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Unos cuantos de esos elementos químicos son en realidad una mezcla de isótopos estables (los isótopos son átomos del mismo elemento que difieren en el número de neutrones). Por ejemplo, el oxígeno, uno de los constituyentes más abundantes de los seres vivos, es en un 99,8 % isótopo-16,16O, cuyo núcleo contiene 8 protones y 8 neutrones. El 0,2 % restante es casi todo oxígeno-18, 18O, que tiene 8 protones y 10 neutrones en su núcleo, y hay también unas mínimas trazas de oxígeno-17, 17O, con los 8 protones y 9 neutrones. En la costa oeste de los Estados Unidos, como en la costa oeste de la península ibérica, las nubes cargadas de agua se desplazan desde el océano hacia el interior del continente. Las gotas de agua con la mayor concentración de oxígeno-18 pesan más y por lo tanto son las primeras en caer mientras que las nubes que avanzan hacia el interior tienen agua más ligera, donde la proporción 18O/16O es menor. Puesto que la mayoría de la gente bebe agua del grifo, que a su vez proviene del agua de lluvia, estudiando el oxígeno de sus moléculas podemos saber más o menos dónde vivía esa persona, dependiendo de si bebía agua más ligera o más pesada. Como cada cabello es un registro cronológico, va creciendo un poco cada día, estudiando cada milímetro por separado podemos ver si esa persona vivía en el mismo sitio o se había mudado en distintas ocasiones de la costa al interior lo que podría ayudar a su identificación. Así fue en el caso de Saltair Sally. El análisis de sus cabellos por una compañía llamada Isoforensics mostró una proporción de isótopos que en unas partes encajaban con donde se había encontrado sus restos, la zona de Salt Lake City, pero otros segmentos del cabello indicaban que había bebido agua de la región del noroeste de la costa del Pacífico, en concreto Idaho, Oregón o Washington, tres estados que están a varias horas de avión de donde se encontraron sus restos. Los investigadores pensaron que en los últimos años de su vida, los que correspondían a la longitud de sus cabellos, Sally había viajado varias veces entre Utah y la costa, por lo que pensaron que podría proceder de allí y que aquella joven habría ido a Salt Lake City a trabajar o a estudiar y allí fue donde su destino se cruzó con el de su asesino. La policía exploró entonces los casos de personas desaparecidas en esos otros estados y finalmente tuvo éxito.

El 7 de agosto de 2012 la policía anunció que había identificado a Saltair Sally. Su aspecto real no se parecía en nada al retrato robot y su altura y peso tampoco se correspondían con las estimaciones hechas por los peritos forenses. La antropología forense no es una ciencia exacta. Su nombre era Nikole Bakoles, era del estado de Washington, precisamente en el noroeste del Pacífico y se había trasladado a Utah en 1998, dos años antes de su asesinato. Como sugería el análisis espectroscópico en los años antes de su fallecimiento había viajado repetidas veces a su casa a visitar a su familia, volviendo después a Salt Lake City. Había tenido una niña y había perdido poco después su custodia, alejándose también de su familia, con los que perdió el contacto. Los padres, tras pasar años y años sin saber de ella, habían puesto una denuncia por desaparición tres años después de que aparecieran sus restos pero la policía de Washington no había pasado esa información a la policía de Utah. Finalmente, al pedir los datos de los estados costeros y encajar el período de la desaparición y la descripción de la persona desaparecida, los investigadores hicieron una comparación entre el ADN de los restos y el de su madre, confirmando la identificación. Ahora solo falta que se encuentre a su asesino, algo que aún no se ha producido, pero es sugerente pensar que nuestros cabellos, y también otras partes de nuestro cuerpo que se renuevan constantemente, guardan un diario de nuestra vida, un recuerdo de quien un día fuimos.

Para leer más:

Armitage H, Rogers N (2016) «Hair forensics could soon reveal what you look like, where you’ve been». Enlace.

Fenster A (2013) «The case of “Saltair Sally”». Enlace.

 

Poemas de Miguel Hernández

I

Nacen puestos de gafas, y una piel de levita,
y una perilla obscena de culo de bellota,
y calvos, y caducos. Y nunca se les quita
la joroba que dentro del alma les explota.

Pedos con barbacana, ceremoniosos pedos,
de su senil niñez de polvo enlevitado,
pasan a la edad plena con polvo entre los dedos,
sonando a sepultura y oliendo a antepasado.

Parecen candeleros infelices, escobas
desplumadas, retiesas, con toga, con bonete:
una congregación de gallardas jorobas
con callos y verrugas al borde del retrete.

Con callos y verrugas, y coles y misales,
la dignidad del asno se rebela en la enjalma,
mirando estos cochinos tan espirituales
con callos y verrugas en la extension del alma.

Alma verruguicida, callicida la vuestra.
Habéis nacido tiesos como los monigotes,
y vivís de puntillas, levantando la diestra
para cornamentar la voz y los bigotes.

Saludáis con el ano, no arrugáis nunca el traje,
disimuláis los cuernos con laureles de lata.
No paráis en la tierra, siempre vais de viaje
por un país de luna maquinal, mentecata.

Nacéis inventariados, morís previa promesa
de que seréis cubiertos de estatuas y coronas.
Vais como procesados por el sol, que procesa
aquello que señala delito en las personas.

Os alimenta el aire sangriento de un juzgado,
de un presidio siniestro de abogados y jueces.
Y concedéis los pedos por audiencia de un lado,
mientras del otro lado jodéis, meáis a veces.

Herís, crucificáis con ojos compasivos,
cadáveres de todas la horas y los días:
autos de poca fe, pastos de los archivos,
habláis desde los púlpitos de muchas tonterías.

Nunca tenga que ver yo con estos doctores,
estas enciclopedias humanas, aplastantes.
Nunca de estos filósofos me ataquen los humores,
porque sus agudezas me resultan laxantes.

Porque se ponen huecos igual que las gallinas
para eructar sandeces creyéndose profundos:
porque para pensar entran en las letrinas,
en abismos rellenos de folios moribundos.

Sentenciosas tinajas vacías, pero hinchadas,
se repliegan sus frentes igual que acordeones,
y ascienden y descienden, tortugas preocupadas,
y el corazón les late por no sé qué rincones.

No se han hecho para estos boñigos los barbechos,
no se han hecho para estos gusanos las manzanas.
Sólo hay chocolateras y sillones deshechos
para estas incoherencias reumáticas y canas.

Retretes de elegancia, cagan correctamente:
hijos de puta ansiosos de politiquerías,
publicidad y bombo, se corrigen la frente
y preparan el gesto de las fotografías.

Temblad, hijos de puta, por vuestra puta suerte,
que unos soldados de alma patética deciden:
ellos son los que tratan la verdadera muerte,
ellos la verdadera, la ruda vida piden.

La vida es otra cosa, sucios señores míos,
más clara, menos turbia de folios, de oficinas.
Nadan radiantemente sus cuerpos en los ríos
y no usan esa cara de múltiples esquinas.

Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista
un mundo aparatoso de cartón estirado,
por donde el cartón vaya paticojo y turista,
rey entre maniquíes de pulso congelado.

Venís de la Edad Media donde no habéis nacido,
porque no sois del tiempo presente ni del ausente.
Os mata una verdad en el caduco nido:
la que impone la vida del siempre adolescente.

Yo soy viejo: tan viejo, que el primer hombre late
dentro de mis vividos y veintisiete años,
porque combato al tiempo y el tiempo me combate.
A vosotros, vencidos, os trata como a extraños.

II

Trapos, calcomanías, defunciones, objetos,
muladares de todo, tinajas, oquedades,
lápidas, catafalcos, legajos, mamotretos,
inscripciones, sudarios, menudencias, ruindades.

Polvos, palabrería, carcoma y escritura,
cornisas; orinales que quieren ser severos,
y se llevan la barba de goma a la cintura,
y duermen rodeados de siglos y sombreros.

Vilmente descosidos, pálidos de avaricia,
lo que más les preocupa de todo es el bolsillo.
Gotosos, desastrosos, malvados, la injusticia
se viste de acta en ellos con papel amarillo.

Los veréis adheridos a varios ministerios,
a varias oficinas por el ocio amuebladas.
Con el sexo en la boca canosa, van muy serios,
trucosos, maniobreros, persiguiendo embajadas.

Los veréis sumergidos entre trastos y coños
internacionalmente pagados, conocidos:
pasear por Ginebra los cojones bisoños
con cara de inventores mortalmente aburridos.

Son los que recomiendan y los recomendados.
La recomendación es su procedimiento.
Por recomendación agonizan sentados
donde la muerte cómoda pone su ayuntamiento.

Cuando van a acostarse, se quitan la careta,
el disfraz cotidiano, la diaria postura.
Ante su sordidez se nubla la peseta,
se agota en su paciencia la estatua más segura.

A veces de la mala digestión de estos cuervos
que quieren imponernos su vejez, su idioma,
que quieren que seamos lenguas esclavas, siervos,
dependen muchas vidas con signo de paloma.

A veces son marquesas íntimas de ambiciones,
insaciables de joyas, relumbronas de trato:
fracasadas de título, caballares de acciones,
dispuestas a llevar el mundo en el zapato.

Putonas de importancia, miden bien la sonrisa
con la categoría que quien las trata encierra:
políticas jetudas, desgastan la camisa
jodiendo mientras hablan del drama de la guerra.

Se cae de viejo el mundo con tanto malotaje.
Hijos de la rutina bisoja y contrahecha,
valoran a los hombres por el precio del traje,
cagan, y donde cagan colocan una fecha.

Van del hotel al banco, del hotel al paseo
con una cornamenta notable de aire insulso.
Es humillar al prójimo su más noble deseo,
y el esfuerzo mayor le hacen meando a pulso.

Hemos de destrozaros en vuestras legaciones,
en vuestros escenarios, en vuestras diplomacias.
Con ametralladoras cálidas y canciones
os ametrallaremos, prehistóricas desgracias.

Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida
dentro del corazón, sangrando por la boca:
y os vencerá la férrea juventud de la vida,
pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.

La juventud, motores, ímpetus a raudales,
contra vosotros, viejos exhombres, plena llueve:
mueve unánimemente sus músculos frutales,
sus máquinas de abril contra vosotros mueve.

Viejos exhombres viejos: ni viejos tan siquiera.
La vejez es un don que cederá mi frente,
y a vuestro lado es joven como la primavera.
Sois la decrepitud andante y maloliente.

Sois mis enemiguitos: los del mundo que siento
rodar sobre mi pecho más claro cada día.
Y con un soplo sólo de mi caliente aliento,
con este soplo dicté vuestra agonía.