Hay más padres hiperpasivos que niños hiperactivos

Hay más padres hiperpasivos que niños hiperactivos

El término hiperactividad se ha hecho muy popular. Muchos padres piensan que sus hijos sufren de este trastorno, que sus hijos son hiperactivos. Respetando a los defensores y detractores de la existencia de dicho trastorno, parece que no hay tantos niños que lo tengan como para justificar en gran número de diagnósticos que se están haciendo. Es decir, hablamos de un trastorno -en caso de poder hablar de él como tal- sobrediagnosticado.

Hay muchos padres, demasiados, que acuden a centros de psicología, psiquiatría infantil, o neurología en busca de un diagnóstico que confirme sus sospechas. Unas sospechas que según ellos indican que su hijo es hiperactivos. Lo cierto es que muchas veces este diagnóstico no se confirma y los padres salen más desanimados de la consulta de lo que entraron (por contradictorio que parezca) y otras veces sí se da este diagnóstico, pero se da de forma errónea.

En una primera consulta a los padres, después de identificar las conductas problema, se realiza una evaluación del menor y de la dinámica familiar. Si es necesario se interviene en la familia, con el fin de optimizar la dinámica familiar y la conducta del niño.

¿Niños hiperactivos o padres hiperpasivos?

Hace unos días, mientras leía un meme de internet que decía: “Hay más padres hiperpasivos que niños hiperactivos”. Me quedé pensando e hizo que reflexionara y decidiera a escribir un artículo sobre esta cuestión. Me pareció que habría cuestiones interesantes, así que vamos con ellas.

Existe y es conocida la enorme demanda de diagnósticos de Trastornos de Atención o Trastornos por déficit de Atención con o sin hiperactividad (TDAH) en niños que se despistan en clase, no atienden a sus tareas, se mueven demasiado, son más inquietos… Además, pueden enumerar más quejas que, disfrazadas de síntomas, hacen creer a los padres o los profesores, que estos niños (que no cumplen sus expectativas) tienen algún tipo de problema o trastorno psicológico.

Niña columpiándose

Van dando vueltas por las consultas de diferentes profesionales y especialistas con el objetivo de que diagnostiquen y etiqueten a sus hijos de hiperactivos para quedarse tranquilos y en el peor de los caso, medicarles. Y de esta forma, actuar de manera hiperpasiva.

Padres excesivamente ocupados y preocupados

Es cierto que las madres y los padres no pasan todo el día sentados viendo la TV, o el móvil. Muchos tienen incluso más de un trabajo fuera de casa, además de las tareas domésticas. En el día a día, no paran, viven estresados, con prisas, están muy ocupados (y los niños también) y llegan tarde y cansados a casa, pasan muy poco tiempo con sus hijos y el poco tiempo que pasan es de forma pasiva.

Los padres y los hijos tienen tan poca energía al llegar a casa, que no tienen ganas de jugar en la calle, cocinar juntos, no hay tiempo para tirarse al suelo a jugar en casa a nada, hacerse cosquillas en la cama, hacer torres con construcciones, cantar o bailar, reírse juntos, inventar historias con muñecos o animales, contar cuentos, etc.

La tecnología y las pantallas ocupan esos ratos compartidos. Así, los niños no tienen oportunidades de derrochar su energía, llegando a incluso a sufrir síntomas de ansiedad, estrés o excesiva tristeza, aburrimiento o agotamiento. Y los padres comienzan a preocuparse por estos síntomas.

La vida es bella

Pasar más tiempo con los hijos supone reforzar vínculos

Creo firmemente que merece la alegría, más que la pena, pasar más tiempo con los hijos para jugar y estar presentes con ellos mientras dure su infancia (por lo menos). Así, es necesario esforzarse por idear otras formas de estar con ellos en función de su madurez y sus necesidades particulares. Nunca es tarde para la revisión y el cambio.

Porque no hay tantos niños hiperactivos, ni tantos niños con problemas de conducta, hay muchos más padres hiperpasivos, que no asumen de manera responsable la paternidad. Incluso, habiéndola elegido, parecen no ser conscientes de todo lo que implica, del gasto de energía, de pasar tiempo con los hijos, de ocuparse de las necesidades de sus hijos. También de lograr muchas satisfacciones, momentos de felicidad y fortalecimiento del vínculo paternofilial, que sin duda, es la base de un buen desarrollo psicoemocional de los niños.

Cuando algo no funciona en casa, o apreciamos que nuestros hijos pueden tener un problema, es hora de parar y re-parar.